Este italiano de nombre femenino llama poderosamente la atención de todo aquél que pasa a su lado, lo mire por donde lo mire. Sin duda alguna, el atractivo innegable –herencia directa del espectacular 8C Competizione– tiene buena parte de la culpa, sobre todo, si se observa el frontal que recuerda, a su vez, al del pequeño MiTo. Siguiendo con la descripción de la línea del Alfa, en el lateral destaca el abridor de la puerta trasera escondido en la ventanilla, idea que ya presentó su antecesor, mientras que la zaga no tiene referencia alguna a ningún otro modelo del fabricante, con unos pilotos estrechos y el nombre Giulietta presidiendo el portón.

Misma solución

Las novedades que este Giulietta incorpora, evidentemente, no acaban ahí. Destaca, por ejemplo, una consola con interruptores retro, un amplio catálogo de personalización, el mando DNA que modifica el comportamiento del coche y la introducción de los motores Multiair gasolina. Puestos a comprobar todas estas bondades en su conjunto, el Alfa se mide de tú a tú con las mecánicas turbo de última generación de Opel, Renault y Volkswagen.

Por orden alfabético, empezaremos por el Alfa. El Giulietta incorpora la tecnología Multiair estrenada en el mencionado MiTo. Este sistema regula continuamente los tiempos de apertura de las válvulas de aspiración, lo que redunda en un aumento de potencia y de par sin que el consumo se vea perjudicado. Prueba de ello es que el Giulietta desarrolla 170 caballos con un consumo medio oficial de tan sólo 5,8 litros a los 100, el más bajo de todos los modelos enfrentamos en esta comparativa y en lo que su sexta velocidad tiene algo que ver.

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En segundo lugar se encuentra el Opel Astra, con una mecánica de 1.6 litros turbo con 180 caballos que tiene una entrega de par constante entre las 2.200 y las 5.400 vueltas, junto con una función overboost que eroga más par en períodos de hasta cinco segundos –subiendo de los 23,4 kilográmetros a los 27,1–, un pequeño plus de empuje ideal para situaciones puntuales, como un adelantamiento o una incorporación con mala accesibilidad.

El Renault Mégane es el tercero ‘en discordia’, con un motor TCe –Turbo Control efficiency– de 180 caballos disponible desde hace tiempo en el mercado.

Es el de mayor cilindrada y supone una vuelta de tuerca al bloque de 1.998 centímetros cúbicos ya conocido antaño, pero ahora adaptado para cumplir la normativa de emisiones Euro 5 gracias a un turbo de nueva factura.

En último lugar se encuentra el Volks-wagen Golf, con su 1.4 TSI de compresor y turbo, en el que el primero sobrealimenta al bloque a bajas revoluciones y el segundo a altas, mientras que en un régimen intermedio, los dos mecanismos actúan de forma conjunta. A pesar de ser el menos potente del grupo –160 caballos–, esta desventaja inicial se reduce si el TSI se asocia al soberbio cambio automático de doble embrague DSG de siete velocidades, que cuenta con pequeñas levas tras el aro del volante –poco accesibles para manos pequeñas–.

A girar la llave

Nada más arrancar el Alfa, el escape emite un suave ronroneo que nos acompaña mientras nos acomodamos gustosamente en sus deportivos asientos que llevan grabados el logo del biscione. En los primeros metros, constatamos que el puesto de conducción junto con el cambio de marchas, de tacto preciso, ayudan a crear ese aura deportiva que todo Alfa Romeo emana, pero cuando pisamos el gas a fondo, echamos de menos un empuje más contundente.

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En esos momentos de aceleración nos preguntamos si los 170 caballos están ‘sueltos’ o ‘atados’ en el redil del vano motor. Echando un vistazo a la parte baja de la consola, vemos el mando DNA con el que liberamos definitivamente el caballaje al seleccionar la opción Dynamics: la respuesta al acelerador mejora considerablemente y estirar las marchas por encima de las 5.000 vueltas es puro placer. Eso sí, las suspensiones tienden a ser más confortables que deportivas y se echará de menos una dureza mayor, además de que posee una clara vocación subviradora.

El propulsor del Opel, por su parte, es ideal para todo aquél que quiera sentir continuamente sensaciones racing. Desde el volante ya se percibe que el alemán esconde algo más que el Alfa, y por si no nos ha quedado claro, en la consola central disponemos de un botón Sport que ratifica y acentúa aún más todo lo anterior al explotar su temperamento, opción disponible con el chasis adaptativo FlexRide que regula en milisegundos los amortiguadores, la dirección y el acelerador. Cuando se aprieta la tecla Sport, el cuadro de mandos torna su iluminación de blanco a rojo, los amortiguadores se endurecen –casi inapreciables–, el nivel de asistencia de la dirección se reduce y el acelerador se vuelve más sensible, todo un conjunto de mejoras que se saborean en carreteras secundarias y de montaña, donde jugar con el cambio será pura delicia al ver cómo las marchas estiran sus relaciones llegando casi al corte de inyección, acompañado de una rumorosidad muy agradable que no molesta. ¿Alguna pega al respecto? El consumo es el gran perjudicado en esta batalla: los excesos con el gas se pagan caros en el Astra, y si uno no quiere acudir con cierta frecuencia a la gasolinera, habrá que moderarse con nuestras ansias y conducir de forma más relajada, dejando la velocidad para ocasiones puntuales. En esos momentos, será recomendable pulsar la otra opción del FlexRide, la tecla Tour que se ubica en el otro extremo de la consola central, que convierte al Astra en un coche más rutero y tranquilo de respuestas.

La vida interior

Hemos dejado el tema de la habitabilidad para el último punto, puesto que no existen grandes diferencias entre estos compactos, con unas plazas delanteras confortables y unas traseras igualmente válidas, eso sí, para dos ocupantes. Donde sí se aprecian realmente diferencias es en los maleteros, campo en el que destaca el Renault Mégane puesto que es el más capaz aún siendo el segundo que menos longitud tiene.

Tampoco hay que olvidarse de los acabados disponibles en cada gama, que pueden encarecer considerablemente el precio de venta, como ocurre en el Alfa y en el Volks-wagen. Eso sí, cualquiera de estos modelos permite aunar en un mismo vehículo funcionalidad diaria, practicidad, cierta familiaridad y sensaciones deportivas. Otra forma es cómo cada uno de ellos las lleva, en suma, a la práctica...