La llegada al mercado del F-type ha supuesto un revulsivo para el segmento de los deportivos descapotables de altas prestaciones. En la marca inglesa se han empleado a fondo con un diseño muy atractivo y una tecnología de primer nivel con el fin de plantar cara al deportivo por definición, el Porsche 911, que gracias a una evolución constante en sus 50 años de historia ha conseguido marcar la pauta del segmento.

Aunque ambos modelos son rivales directos tienen algunas particularidades de concepto. El Jaguar parte de una configuración con motor delantero –V6 dotado de compresor e intercooler– y propulsión trasera, con un reparto de pesos perfectamente equilibrado al 50% entre el eje delantero y el trasero y una rigidez estructural excelente. Por su parte el 911 sigue fiel al esquema de ‘todo atrás’, es decir un motor –también de seis cilindros pero de configuración bóxer y atmosférico– situado por detrás del eje trasero. En teoría esto supone un reparto de pesos menos equilibrado y por ello dotaría al 911 de una conducción más crítica, que al fin y al cabo es la esencia de este modelo, aunque como veremos, la ayuda de la electrónica obra milagros y facilita mucho la conducción al límite, sin restar por ello sensaciones.

Cuando nos subimos al F-Type los asientos tipo bacquet nos ‘recogen’. El conductor va situado bajo –lo que complica el acceso– toda la instrumentación le envuelve y en seguida comprobamos que la posición al volante es realmente buena, salvo para los conductores de menos estatura, quienes perderán visibilidad debido al diseño del salpicadero.

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En el 911 contamos con un generoso espacio para las piernas y multitud de reglajes de los asientos. Todo ello facilita encontrar rápidamente una buena posición de conducción y disfrutar con un interior de auténtico lujo en cada detalle que parece recordar al de un auténtico Gran Turismo, con una pantalla de 4,6 pulgadas que preside el habitáculo y aporta el toque tecnológico al acabado.

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Una vez en marcha continúan las diferencias. Ambos modelos cuentan con un proceso totalmente automatizado de pliegue de la capota, aunque con ella puesta el aislamiento del modelo alemán es superior, al igual que la terminación de la lona gracias a las tres capas que forman el techo descapotable.

La decisión de circular de una u otra forma no aporta ninguna diferencia apreciable en cuestión de rigidez, ya que ambos chasis han sido convenientemente reforzados en puntos clave para que no se aprecien problemas en este senido. El aluminio ha sido un material común en el proceso de fabricación, aunque Porsche ha conseguido disminuir el peso final –70 kilos menos–, con una ganancia apreciable de ligereza con respecto a su rival.

Llegan las sensaciones

Tanto el F-Type como el 911 permiten disfrutar de unas prestaciones muy elevadas que obligan a contar con un conjunto de ayudas electrónicas fundamentales para disfrutar con un plus de seguridad en conducción rápida. Ambos incluyen sistemas electrónicos que permiten modificar el comportamiento dinámico.

El F-Type cuenta con un Dynamic Mode que actúa sobre la dirección, el motor, la suspensión y el cambio. Para este último Jaguar recurre a una caja ZF de convertidor de par y ocho velocidades. Es rápido y preciso, si bien no alcanza la perfección del PDK de doble embrague desarrollado por la propia Porsche y que es de lo mejor en este tipo de automatismos.

En el caso del 911, el PASM–chasis deportivo– modifica la suspensión y permite que el coche prácticamente gire plano minimizando las brusquedades del tren posterior. La mayor ligereza del conjunto también se aprecia en este apartado y el evolucionado 911 es ahora mucho más controlable, con un tren trasero que no se descoloca con facilidad y sigue la trayectoria marcada.

En este contexto, el F-Type se muestra con un menor equilibrio debido a unas reacciones al límite menos predecibles, ya que el 911 aún continúa siendo la referencia a seguir, gracias a un conjunto perfectamente puesto a punto y afinado debido a una evolución constante que ha estado presente en los cinco decenios del modelo.

En cuanto a los motores, las diferencias son apreciables. Jaguar recurre a un bloque sobrealimentado mediante un compresor –derivado del afamado V8 de la marca–. El V6 bóxer por parte de Porsche tiene un régimen de giro más alto que lo hace más puntiagudo –la cifra máxima de potencia llega a bastantes más revoluciones que en su rival– y además carece de sobrealimentación.

La suavidad de respuesta–no por ello exenta de carácter– es la nota dominante en los dos propulsores, aunque si buscamos la faceta más prestacional ninguno de los dos nos defraudará. El Jaguar posee una mejor elasticidad a un régimen de giro más bajo y un sonido bastante característico que se puede incluso enfatizar con pulsar una tecla. Nos encontraremos entonces con unos ‘petardeos’ apreciables sobre todo en conducción deportiva y a medida que superemos las 3.000 revoluciones.

En cuanto a los motores, las diferencias son apreciables. Jaguar recurre a un bloque sobrealimentado mediante un compresor. El V6 bóxer por parte de Porsche tiene un régimen de giro más alto que lo hace más puntiagudo.

En el caso del 911 el solvente propulsor bóxer no goza de la elasticidad del ‘convencional’ V6 del Jaguar pero superadas las 3.500 ‘vueltas’ la estirada que proporciona es sencillamente genial. Todo ello acompañado por el eficaz cambio PDK de siete velocidades. La aceleración que proporciona es impresionante hasta el punto de que consigue un menor registro –de 0 a 100 kilómetros/hora– que su rival. Todo acompañado de un sonido bastante más discreto pero muy sugerente.

El carácter, clave

En carretera, el F-Type nos deleita con una dirección muy directa, tal vez demasiado, y deportiva que exige un periodo de adaptación especialmente en las curvas más cerradas, donde al límite se pueden plantear algunos problemas si omitimos al ayudas electrónicas, algo por otro lado nada recomendable, ya que entonces la zaga se muestra bastante nerviosa y hacer perder bastante precisión obligando a correcciones constantes.

En el caso del 911 la dirección funciona con una diligencia excelente y permite trazar las curvas con mayor ‘finura’ y confianza incluso en los giros más cerrados, donde una buena puesta a punto del control de estabilidad facilita mucho las cosas al no mostrarse excesivamente intrusivo.

Donde sí existe una igualdad muy significativa es en el sistema de frenos. Los discos del F-Type están a la altura y no muestran signos de fatiga ni siquiera en una insistente conducción deportiva, algo en lo que seguramente influyan las generosas tomas delanteras que buscan refrigerar este componente.

El Porsche 911 aporta en este sentido un buen tacto de frenos gracias a una acertada combinación entre potencia y dosificación que permite aprovechar las elevadas prestaciones disponibles.

Lucha de atractivosSi por el contrario optamos por una faceta menos deportiva, en el F-Type su innegable atractivo estético marca la pauta. Las miradas son continuas y es prácticamente imposible pasar desapercibido, pues la discreción no es su fuerte. En el caso del 911 su línea es bastante más conocida y menos llamativa, aunque aún goza de un buen número de seguidores que son auténticos ‘porschistas'.

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Rodrigo Pareja

Periodista especializado en movilidad en todas sus variantes: coche, moto, bicicleta, patinete eléctrico... y no siempre por este orden, dado que la forma en la que nos desplazamos está cambiando. Más de 20 años de experiencia en el mundo del automóvil y en constante adaptación en un sector que no deja de generar noticias.