A principios de los años 70, y aun sin carné de conducir, tuve la increíble suerte de poder rodar unos cientos de metros con un Mustang MK1, amarillo y con techo de vinilo negro. La sensación de poder y de temor al volante del caballo desbocado que ideó el visionario Lee Iaccoca perduró en mi memoria como la experiencia más excitante duranto mucho tiempo.

En puntuales ocasiones posteriores, he tenido la oportunidad de volver a sentarme en alguna evolución del legendario modelo americano, la última de las cuales fue en un ejemplar de la serie limitada Bullit del 4.6 V8, dedicada a Steve McQueen, ligado ya para siempre al modelo desde que protagonizaran juntos la película del mismo nombre. Y ahora, gracias al entusiasta Richard Allen y a su empresa de importación Mustang Madrid –dedicada a traer a España este modelo y sus variantes Shelby–, volvemos a tomar contacto con el caballo salvaje norteamericano.

Al galope
El Mustang, icono inmutable, es un modelo que nos persigue al galope a todos los amantes de automovilismo, desde su aparición en 1964. Y es que es un coche que conecta desde el primer momento, como demuestran los 22.000 pedidos que tuvo sólo el primer día de su comercialización. Fiel como pocos modelos a su planteamiento original, ha ido adaptándose con los tiempos, adquiriendo nuevas tecnologías y elementos de seguridad. La versión 2011, dentro de su buscada singularidad, nos parece desde el primer momento de su conducción un coche totalmente válido para estos tiempos, utilizable no sólo como coche deportivo, sino también como vehículo para uso cotidiano.

Dentro de la pragmática sencillez que caracteriza a los deportivos americanos, el Mustang ha recibido un motor completamente nuevo que, sin perder la personalidad de estos peculiares propulsores V8, ha ganado en todo. Potencia, respuesta y aceleraciones han sido drásticamente incrementadas. Pero a la vez se ha mejorado la suavidad de respuesta a bajo y medio régimen, el consumo ha bajado considerablemente y el sonido se ha modulado mediante una válvula en el escape.

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Un moderno sistema de inyección de gasolina secuencial y distribución variable sirven muy bien al bloque americano para gestionar su rotunda potencia. Ahora podemos dosificar mejor los caballos, lo que nos permite desde contener el consumo fácilmente en torno a los ocho litros a los 100, hasta liberar la salvaje estampida de caballos desbocados que se esconden bajo su capó. Sin duda, el Ford Mustang se ha picado seriamente con su eterno rival desde 1966, el Chevrolet Camaro, que el año pasado se adelantó con su última versión SS. Pero también intuimos en el moderno Mustang, un importante acercamiento en cuanto a prestaciones y eficacia a los superdeportivos europeos. Más manejable, con una mayor seguridad en la detención gracias a un imponente sistema de frenos Brembo y unas suspensiones afinadas para conducción deportiva.

Con este incremento de potencia y par, el Mustang GT pasa a la categoría de supercar.

No obstante, su carácter indómito nos recuerda permanentemente que no ha renunciado al espíritu que lo vio nacer en las llanuras USA. Cuando aceleramos, el eje trasero derrapa bravío, antes de que el control de estabilidad reaccione para retener este espíritu salvaje. La personalidad sobreviradora se pone aún más de manifiesto por el sistema de suspensión trasero, de eje rígido y siempre más brusco que un esquema independiente, aunque ahora reforzado con una barra Panhard que, junto a un diferencial de deslizamiento limitado, se encarga de encauzar los 412 caballos.

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Llama la atención en Europa esta fidelidad a lo tradicional, aunque viniendo de los EEUU no sorprende tal arraigo a sus costumbres. Muchos sherifs siguen prefiriendo su viejo revolver Colt de tambor a las modernas pistolas semiautomáticas. Lo que sí es cierto es que con estos planteamientos conservamos intactas las sensaciones originales de conducción. Poder casi ilimitado en el pie derecho, y obligado control con mano férrea en el gran volante de tres brazos y forrado de cuero. Al respecto, decir que ahora la asistencia de dirección es eléctrica, y consigue un tacto muy suave en las maniobras a baja velocidad y preciso a la hora de aprovechar las trayectorias.

Alistarse en la caballería
El cambio, de corto recorrido y agradable sensación mecánica, aporta su ración de satisfacciones y una sexta idónea para rodar despreocupadamente a bajo régimen. Mientras tanto, el escape libera por sus dos tubos una banda sonora 'made in Hollywood' deleitándonos con el sonido grave y rudo del V8. Quizá sea éste un aliciente definitivo para decantarse por el más caro GT, ya que el catálogo 2011 ofrece también la versión V6, con 305 caballos, por 33.000 euros. En cualquiera de los casos, tentador para alistarse en la caballería norteamericana.