v 12 tdiEn el interior ocurre algo parecido. Los magníficos asientos, casi de competición, son idénticos, pero cambia el tejido de la parte central, con unos cuadros diferentes. En el volante la inscripción GTD puede despistar si no se presta mucha atención. Pedales de aluminio, volante achatado por abajo y la excelente calidad general que siempre ha distinguido al Golf y que ahora se ve reforzada con una clara mejora con respecto a la anterior generación.


Corazón Diesel

Allá por 1989 estrené mi primer y esperado Golf, un GTD de la segunda generación que con su motor 1.6 con turbo e intercooler –por entonces toda una novedad en los turbodiésel– daba la espectacular potencia de 80 caballos, y me parecía toda una bomba, pero no sólo a mí, sino a todo el que se subía en él. Cuando me puse a los mandos de este GTD me sentí un poco ridículo pensando en aquel otro GTD que tanta ilusión me hacía. Ahora, con más del doble de potencia, seis marchas, un tamaño muy superior y unas medidas de seguridad que mi GTD de hace 20 años no podía ni imaginar –no tenía ni ABS y eso de los airbags era casi ciencia-ficción– el modelo actual parece una máquina de alta tecnología, y desde luego que lo es, porque con todo ese equipamiento y un peso muy superior, sus consumos son casi idénticos.

A esto hay que añadir que el nivel sonoro y las vibraciones que tenía aquel GTD nos parecerían hoy como de tractor, porque el actual es tan suave y silencioso que hay que esforzarse para distinguir ‘de oído’ desde dentro que se trata de un motor de gasóleo. Es un propulsor ya conocido en otros modelos del grupo, pero no deja de sorprender, sobre todo, cuanto más pequeño es el coche en el que va montado, como ocurre en este caso, y acoplado a un bastidor de primera, tan bien ajustado y equilibrado que puede ser tan cómodo como una berlina y tan ágil y divertido como un ‘casi GTI’.


Tras los pasos de su hermano

Aunque a la vista de las prestaciones se puede pensar que el GTD iguala al GTI en todo menos en el consumo, las cosas son muy distintas. La capacidad de aceleración y recuperación del Diesel es fantástica, pero no tiene la progresividad y la respuesta tan inmediata del gasolina.

El bastidor comparte casi todos los elementos, incluso puede llevar la suspensión adaptativa, pero todos los reglajes son más suaves, tanto de muelles como de amortiguadores. El resultado es que aunque su estabilidad es magnífica, no tiene la misma precisión del GTI. A la entrada de las curvas más cerradas, se nota la tendencia subviradora y cuando forzamos el giro para que trace por donde queremos, obedece pero se nota que el morro ‘pesa’ más y no tiene la misma soltura que el de gasolina a la hora de enlazar curvas muy cerradas.

Aunque esto puede sonar decepcionante, la verdad es que el GTI ha puesto el listón muy alto y el GTD no llega a superarlo, pero su conducción es verdaderamente sorprendente, sobre todo para los que tuvimos ocasión de probar algunas de las generaciones anteriores, todas ellas rompedoras y un referente en su momento.

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