Utilizando la imagen de un puma como emblema y dándole todo el parecido posible -con algo de imaginación- a su carrocería, consiguió encandilar a la clase media norteamericana, a pesar de no ser un modelo puramente deportivo sino más enfocado hacia el lujo. Su elemento más característico era su parrilla frontal con líneas verticales, denominada popularmente “maquinilla de afeitar”, tras la cual ocultaba sus faros. Sus grandes ópticas traseras lo distinguían de la competencia. A pesar de no ser en sus inicios un modelo destacable por prestaciones, el chasis del Mustang alargado 8 centímetros garantizaba un sano comportamiento incluso con los paquetes opcionales de potenciación.

Mecánicamente ofrecía bloques V8 sencillos y voluminosos con rendimientos que iban de 156 a 250 caballos en 1967. Los 1.450 kilos de peso y unas cifras de potencia por debajo de la competencia limitaban las prestaciones, dejando su velocidad punta en 180 km/h y su aceleración en 12 segundos para alcanzar los 100 km/h. Sin embargo su equipamiento básico, con dirección asistida, cambios manuales y automáticos y por supuesto su estética, consiguieron que en su primer año de comercialización se superasen las 150.000 unidades, una cifra excelente dada la feroz competencia del momento. Incluso recibió el galardón de coche de año por la revista especializada Motor Trend.

El pequeño puma enseña sus garras
Ese mismo año aparecen dos paquetes opcionales totalmente opuestos, uno enfocado hacia el lujo y otro hacia las prestaciones. El lujoso se denominaba XR-7 y ofrecía un interior con asientos de piel y salpicadero y volante en acabado similar a la madera, además de interruptores de palanca y cambio de marchas automático en forma de “T”. El paquete deportivo, denominado GT, dotaba al pequeño puma de un bloque V8 de mayor cilindrada, un 390 FE de 6.400 centímetros cúbicos que reemplazaba al bloque 289 (4.7 litros), ofreciendo una potencia de 335 caballos. Cambio manual de 3 o 4 velocidades o cambio automático, suspensión reforzada, frenos de disco delanteros y detalles estéticos exclusivos.

Tan solo un año después de su aparición en el mercado aparecen nuevos paquetes opcionales, y de nuevo el lujo y las prestaciones son los objetivos a mejorar. Una versión XR-7G en homenaje al héroe estadounidense Dan Gurney (piloto que consiguió su única victoria en la F1 con un monoplaza americano en el Gran Premio de Bélgica de 1967) que se distinguía por el capó de fibra de vidrio, un espejo retrovisor especial, anclajes de capó, cuatro salidas de escape, neumáticos radiales y emblemas especiales repartidos por cuadro de mandos y el exterior. No obstante no tuvo el éxito esperado y existen muy pocas unidades del mismo, ya que el paquete GT-E triunfó por la posibilidad de dotar al precioso puma de una potencia mayor. El bloque cubicaba 428 pulgadas (7.0 litros) y conseguía “los mismos” 335 caballos. ¿Y dónde está la mejora? Pues en que esa potencia no era la real, ya que necesitaban declarar esa cifra para evitar problemas con las compañías de seguros, pero en realidad con este nuevo bloque superaba los 400 caballos y además iba equipado con suspensión y frenos específicos para ofrecer toda la diversión y seguridad posibles.

El momento de darlo todo
Pero es en 1969 cuando el Mercury Cougar llega a su máxima expresión. Crece en tamaño y peso, se eliminan los paquetes opcionales anteriores y aparece una nueva versión convertible que consiguió un gran éxito. Podía equiparse el puma con nuevos colores de “alto impacto”, alerón o toma de aire, pero si realmente se quería un modelo radical, la versión Eliminator saciaba hasta las más encendidas pasiones.

El modelo base era un V8 351 (5.7 litros) de 290 caballos, seguido del motor Boss 302 (5.0 litros) que entregaba la misma potencia pero con un funcionamiento más “alegre” y en el tope de la gama el Cobra Jet 428 de 410 cv. Además, si se añadía al carro de la compra el denominado “Drag Palo”, se disponía de radiador de aceite, relación final de 4.3:1, carburador Weber de cuatro cuerpos y escape de competición. Su apariencia dócil desaparecía dando lugar a un temible modelo con una gran toma de aire, alerón trasero, parrilla aún más radical y por supuesto anagramas especiales.

El Eliminator incluía neumáticos especiales de altas prestaciones, frenos más potentes y de disco en su tren delantero, y como novedad una suspensión trasera revisada para evitar el rebote del eje en “salidas alocadas”. Además entregaba un par de 440 Nm y aceleraba de 0 a 100 kilómetros / hora en 5’6 segundos… Nada mal para ser un modelo orientado inicialmente al lujo.

El fin de la diversión
En 1971 llegó la segunda generación, con línea fastback, mayor tamaño y sin su famosa parrilla frontal con faros ocultos. Los paquetes GT y XR-7 vuelven a la lista de opciones, eliminando el temible Eliminator. No obstante el Cougar ofrecía una potencia máxima de 370 caballos hasta que los normativas federales comenzaron a controlar los V8 de la época, reduciendo entonces su rendimiento a 163, 262 y 266 caballos, según la versión.

Como ocurrió con otros muscle cars de la época esto no sentó nada bien a las cifras de ventas a pesar de los intentos de Mercury por compensar la pérdida de potencia con cambios estéticos y de equipamiento. Finalmente en 1973 cesó definitivamente la producción de este maravilloso muscle car.

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