Ferrari es Italia e Italia es Ferrari, aseguran los tifosi. Bien, pues el epicentro de toda esa locura colectiva se llama Maranello y no podíamos pasarlo por alto. Esta pequeña localidad de poco más de 20.000 habitantes se ha convertido en lugar de peregrinación para los amantes del automóvil y no sólo porque cuente con un Cavallino rampante entre sus monumentos o porque aquí se sitúe la fábrica de estos valiosos deportivos o el circuito de Fiorano. Ferrari se respira en todas sus calles, especialmente en las que rodean al Museo de la marca, repletas de estos deportivos. Diferentes empresas los alquilan por horas y no dudan en exhibirlos, algo que concede a Maranello un ambiente y un sonido únicos, el de los V8 y V12 de Ferrari.

En cualquier caso no estábamos dispuestos a renunciar a las dos ruedas por lo que continuamos nuestro camino hacia Milán con la BMW F800 GT, ahora por carreteras secundarias pero bastante rectas y de buen asfalto. Así llegamos a Reggio Emilia y claro, nos topamos de nuevo con la Italia más histórica y monumental. Esta ciudad es la capital de la región y también del parmesano y el lambrusco pero sin duda lo más impresionante es su patrimonio histórico. Guárdate unas horas en tu planning para recorrer la piazza del Duomo, la basílica della Ghiara o la Iglesia de San Agustín, la visita merece la pena y es que este lugar no goza aquí del reconocimiento que merece.

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Una vez más, las dos paradas entre ciudades –Bolonia y Milán en este caso– habían resultado de lo más estimulantes pero el último trayecto no lo fue tanto. Tocaba salir a la 'Autostrada' y la encaramos con viento en contra y unas tímidas gotas de lluvia comenzando a caer, una prueba de fuego más para nuestra compañera, especialmente para su nuevo carenado y una vez más cumplió. Destaca sobre todo por su protección para las piernas, que es completa, mientras que en la zona superior sólo echamos en falta una visera un palmo más elevada que nos hubiera cubierto perfectamente de las únicas gotas que nos caían y que iban a parar a la visera del casco. Mención aparte merecen los puños calefactados, de serie con el pack confort–494 euros– que agradecimos especialmente cuando la temperatura comenzó a bajar y que nos permitieron llegar con las manos secas y calientes. Tuvimos suerte, no llovió demasiado y el frío tampoco llegó a ser intenso, sólo lo suficiente como para agradecer esta serie de ventajas que escondía nuestra GT hasta el momento.

El centro de Milán lo recorrimos casi todo a pie y a la mañana siguiente salimos hacia Génova, también por autovía aunque en este caso con mejor tiempo y un trazado más divertido, con zonas entre montañas espectaculares. Ya en la ciudad, también nos encontramos con desniveles importantes pero nos sorprendió lo hecha que estaba la población a las motos, aquí nos encontramos con conductores respetuosos –para ser transalpinos–, muchísimas motocicletas y ciclomotores y hasta algún parking céntrico reservado para éstas, como el de la Casa de Cristóbal Colón (en la imagen). En la sexta localidad más poblada de Italia nos manejamos a nuestras anchas con la BMW antes de comenzar a descender siguiendo la costa mediterránea por poblaciones pequeñas pero encantadoras.

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Este recorrido mediterráneo fue sin duda el más espectacular de cuantos hicimos. Una ruta plagada de carreteras de montaña pegadas o muy cercanas al mar, con curvas consecutivas y varios cambios de asfalto pero en buen estado de conservación general. Si sigues nuestro trazado, se quedarán para siempre en tu retina las calles de Portofino, una especie de Puerto Banús en miniatura pero con encanto italiano, a la que se accede únicamente por una estrecha carretera de ida y vuelta pegada al mar. Pero también lo harán las 'cinco tierras': Monterosso al Mare, Riomaggiore, Corniglia, Vernazza y Manarola, esta última imprescindible si quieres descubrir cómo conviven montaña y mar en una población carismática, tan diminuta como encantadora.

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Por otro lado, mientras disfrutábamos del entorno costero y nos aproximábamos de nuevo a la Toscana, pudimos sacar la cara más 'guerrera' de nuestra montura. La F800 también se sentía cómoda entre curvas y cambios de asfalto gracias al sistema E.S.A., incluido en el pack seguridad–754 euros– que permite modificar la dureza de la suspensión en base a tres posiciones: Normal, Confort y Sport. Lo habitual en nuestro caso, yendo dos personas y con dos maleteras cargadas hasta arriba, era circular en modo Confort, especialmente útil en autovía y en las calles empedradas, pero aquí nos debatíamos entre rodar con el Normal o el Sport. Este último nos pareció demasiado duro y al menos con estas condiciones de carga y sin un firme perfecto, encontraba mayor confianza y capacidad de filtrado con el Normal que con el Sport, aunque en general, las reacciones de la GT resultaban bastante previsibles.

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Así nos fuimos poco a poco alejando del mar para echar un vistazo a las localidades de Pissa y Luca y si bien en la primera nuestra parada fue fugaz y consistió en visitar su famosa torre inclinada, en la segunda su riqueza monumental nos volvió a coger desprevenidos. Llegamos a Siena mermados físicamente, pero satisfechos y a la mañana siguiente tuvimos tiempo suficiente para recorrer sus calles y alucinar con su Piazza del Campo, enorme y en forma de abanico donde resalta el gran Campanile del Palazzo Pubblico. Nos pareció otra de las imprescindibles y casi no podíamos creernos que fuera la última. Nuestro periplo transalpino tocaba a su fin.

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De vuelta a España, los empleados de la terminal de Grimaldi en el puerto de Barcelona nos tenían preparada una sorpresita en forma desplante. Si a la ida todo fueron ventajas a la hora de embarcar la moto y retirarla, a la vuelta, en 'casa', fue todo lo contrario. El barco atracó con dos horas de retraso y nos obligaron a esperar casi otras dos de forma gratuita. Hasta que todas las personas, los coches y hasta los camiones abandonaron el ferry y cuando los vehículos del siguiente turno estaban accediendo, sólo entonces nos dejaron pasar. Fue un detalle feo, a alguien no le gustó el plan de viajar en avión y dejarles a ellos la moto, pero lo cierto es que salió bien. Ésta llegó intacta y de hecho la compañía se compromete a que así sea ofreciendo este servicio con cobertura legal. Tuvimos que hacer una noche extra en la ciudad condal gracias a este pormenor, pero lo mejor es contar con ese margen y poder hacerlo. Nuestro físico lo agradeció y al día siguiente nos despedíamos de nuestra compañera de fatigas tal y como la habíamos cogido, sólo que con unos cuantos kilómetros más en su contador y un buen puñado de recuerdos que nos acompañarán siempre.

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Viene de:

- Recorremos Italia con la BMW F800 GT: Misión increíble 4

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Jose Carlos Luque

Experto y apasionado del motor y la comunicación en todas sus formas, recalé en Car and Driver a finales de 2007 y desde 2016 dirijo este site. Periodista de vocación y formación, conservo buenos contactos en el sector y trato de que la información que leas aquí sea la más inmediata, completa y veraz. Pero también realizo pruebas, comparativas, noticias, entrevistas... y en mis ratos 'libres' crío a tres niños pequeños que –con diferencia– es el trabajo más duro de todos los que he hecho jamás.