Daniel Ricciardo se enfrentó a su primera prueba de fuego en el Gran Premio de Australia. El australiano acaparó los focos con su inesperado fichaje por Renault el pasado verano, dejando atrás un equipo ganador como Red Bull para formar parte de una estructura de zona media. Aunque Renault está en pleno ascenso, el movimiento de Ricciardo levantó mucho escepticismo en el paddock de la Fórmula 1.

Al estreno de Ricciardo con Renault se le unió el añadido de tener como escenario del Gran Premio de casa del ‘aussie’, lo que elevó todavía más las expectativas. La clasificación no fue como Renault esperaba, con sus dos coches quedando fuera de la Q3, mientras que Ricciardo se vio superado por Nico Hulkenberg. Esta situación empujaba a ambos a arriesgar en la salida para intentar meterse en la zona de puntos.

Ricciardo y Hulkenberg realizaron una buena salida, pero con desenlaces dispares. El alemán ganó unas posiciones que fueron claves para colocarse en la pelea por los puntos, mientras que el australiano pasó por encima de un bache rebasando los límites de la pista en la recta de meta. Este suceso hizo que Ricciardo perdiera el alerón delantero de su Renault y pudo frenar a tiempo para evitar chocar con otros pilotos en la primera curva.

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Prácticamente ese fue el final de la carrera de Ricciardo, quien tuvo que pelear con el monoplaza para llevarlo a boxes y así poder cambiar el morro del vehículo. Solo un coche de seguridad podía permitir engancharse de nuevo al grupo al australiano, quien pasó a tener al Williams de George Russell como rival más cercano, muy alejado del pelotón de la zona media.

Una vez superó al británico, la solitaria carrera de Ricciardo llegó a su fin en la vuelta 31, cuando Renault le hizo entrar a boxes para retirarse de la prueba. Mal sabor de boca del australiano en su debut con el equipo francés, una sensación que se vuelve más amarga al ocurrir en frente de los aficionados locales que estaban totalmente volcados con Ricciardo en el comienzo de su nueva aventura.