El circuito Gilles Villeneuve es sin duda uno de los más particulares del calendario. Construido sobre la isla de Notre-Dame, una isla artificial creada con las extracciones de la construcción del metro de Montreal, es un trazado semiurbano, pues a pesar de que la isla se puede visitar durante todo el año, parte del trazado permanece totalmente inaccesible y solo se usa para el Gran Premio.
Su concepción de semiurbano viene ligada con el asfalto típico de ciudad, menos rugoso, menos abrasivo y de capas más finas al que usa en circuitos convencionales, lo que unido a las particularidades de la isla sobre la que está asentado, convierte al trazado canadiense cada año en una incógnita en lo que a baches se refiere.
Si bien es raro el Gran Premio en la que el circuito no ha necesitado un retoque de última hora, en ocasiones se ha rozado la catástrofe, teniendo quizás su punto álgido en la temporada 2008, cuando se tuvo que parar a barrer la pista porque los vehículos, literalmente, estaban levantando el asfalto. Una solución de emergencia que no funcionó pasó a una noche intensa de trabajo para intentar que la prueba no se cancelase, amaneciendo la horquilla de la curva 10, uno de los puntos más claros de adelantamiento, con dos colores tras haberle sido aplicado a la zona interior lo que parecía una capa de cemento.
Las ganas de celebrar la carrera se impuso a cualquier otra decisión, a pesar de recomendaciones tan extrañas y difícilmente comprensibles como la de pedir a los pilotos que no pisen los parches durante las primeras vueltas. Afortunadamente aquella temporada 2008 el parche acabó funcionando y se pudo ver la primera y única victoria de un piloto que es tan noticia en estos días, Robert Kubica.
Las distintas reglamentaciones técnicas posteriores a 2008 han dado un respiro al asfalto canadiense. De los alerones anchos y bajos se pasó a los altos y estrechos, con una notable disminución de paso por curva a pesar incluso del paso a los neumáticos lisos. El número de incidentes se ha reducido hasta pasar prácticamente desapercibido.
Sin embargo, este 2017 puede volver a traer fantasmas del pasado. Más potencia, neumáticos de mayor tamaño, frenada más agresiva y un paso por curva más rápido que amenaza con poner a prueba el asfalto canadiense. Y aunque tras 2008 se dijo que se iban a tomar medidas para que no volviera a ocurrir algo así, la historia nos dice, y más en Fórmula 1, que se suele tropezar dos veces con la misma piedra. El domingo, si no antes, saldremos de dudas.
