El ritmo de carrera de Sebastian Vettel en las últimas vueltas del Gran Premio de Canadá dejó mucho que desear. El alemán regaló toda su diferencia ante Lewis Hamilton, y preocupado de mostrar su disconformidad por la sanción que le fue impuesta a través de la radio, el resto de rivales también comenzó a comerle terreno, con especial atención a Charles Leclerc, que en una lucha con Bottas por la vuelta rápida, iba acercándose a la cabeza de carrera.

Charles Leclerc pudo haberse centrado en el ritmo de carrera en lugar de jugar a cargar baterías e intentar vuelta rápida, lo que habría sido suficiente para, una vez aplicadas las sanciones, finalizar en segunda posición. Sin embargo, el ingeniero de confianza de Charles Leclerc, el que en teoría trabaja por y para el piloto, no informó de esta posibilidad al monegasco, que no entendía nada cuando llegó al parque cerrado.

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Dicho malamente, se le quedó cara de tonto, pues se quedó a un segundo de ganar una plaza, y podría haberlo logrado de habérselo propuesto, pero era complicado imaginarse una situación de este tipo. A Leclerc se le quedó el gesto torcido durante toda la ceremonia previa al podio, y más tarde no dudó en mostrar su malestar.

Leclerc sabía muy bien lo que quería decir, y no tardó en evidenciar que el equipo no le comunicó nada. “No tenía ni idea. No me dijeron que Vettel tenía penalización de cinco segundos.”, explicaba el de Ferrari tras lograr el segundo podido de su carrera deportiva en Fórmula 1.

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Las explicaciones de Binotto rozan el surrealismo, asegurando que “se olvidaron” de hacerlo, porque estaban muy centrados en la lucha, diciendo, eso sí, que fue en error y que debieron hacerlo. Con esta maniobra, Ferrari se aseguró que Vettel conservaba la segunda posición por delante de Leclerc, algo tan legítimo como lógico, pero eligieron la peor manera posible.

Un piloto debe confiar al máximo en su ingeniero de pista, y ni tan siquiera cuestionarse si éste le está contando la verdad o le está ocultando información, por lo que maniobras como la del Gran Premio de Canadá, tan fácilmente evitables, no hacen más que dañar la imagen de la gestión de un Mattia Binotto al que la dirección deportiva hace tiempo que le desborda, y al mismo tiempo, dejan desamparado al piloto que está llamado a ser el futuro de Ferrari.