Dicen que todo efecto mágico goza de un parte ordinaria y una extraordinaria. En el principio muestras algo sencillo a ojos del público. Un monoplaza. El mago lo exhibe para que lo admiren y crean no ver nada raro en él. La realidad se esconde en el interior. Un W05 con un motor V6 capaz de volar sobre el asfalto. El ilusionista consigue convertir un cuerpo común a sus vistas en algo extraordinario. Un podio, una pole, una victoria. Se preguntarán como ha podido hacerlo. Aplaudirán pero sabrán que todavía falta algo. No basta con eso. Todo ilusionismo consta de un tercer acto, la parte más compleja: el prestigio. El Mundial de F1.

Rosberg y Hamilton. Última contienda en el día artificial de Abu Dhabi. Se irá apagando el sol dejando paso a las últimas luces de noviembre, sobre Yas Marina, a la espera de sucesos sobrenaturales. Los focos iluminaran su camino final. Amigos, compañeros y enemigos. Tres fases que han ido pasando el encuentro de magos en Brackley. Una metamorfosis con varios puntos de inflexión a lo largo de la nueva era híbrida de la F1. Distancia actual de 17 puntos que mantiene Lewis sobre Nico en lo que ha sido una constante batalla en la guerra.

Acostumbraron al respetable desde bien temprano. Y al resto de contrincantes que, ahora, sollozan desesperados ante tal aplastante dominio. Desde los test de pretemporada se veía venir que desbancar a Mercedes rozaría la categoría de imposible. La primera disputa fue en Australia. Clásico inicio. Británico en la pole…y abandono en carrera. Rosberg sumaba los primeros 25 puntos del campeonato. Lewis quebrantaba levemente su sonrisa. La fiabilidad era el único punto débil del prodigio de la ingeniería de Brackley.

El fracaso en su puesta en escena, caló hondo en Hamilton. Con rabia se levantó de la mejor manera posible. Cuatro victorias seguidas en Malaisia, Bahrain, China y España. Rosberg a su vera: cuatro segundos puestos. La esperanza de Ferrari, Red Bull o McLaren se desvanecía. El título sería cosa de dos. En Sepang se fundieron en un abrazo tras un espectacular duelo de espadachines. Montmeló vivió otra bonita disputa que situaba a Hamilton líder, tres puntos por encima del rubio. Supuestamente Lewis gozó de más potencia en su bólido. Todavía eran amigos…

Mónaco puso la primera piedra para el inicio de la particular guerra fría. Una Q3 fue el origen del mal. Rosberg marchaba primero con 59 milésimas de ventaja y se quedó anclado en una escapatoria provocando la bandera amarilla. Su compañero y rival, Hamilton, que tintaba de morado todos los sectores de Montecarlo, no pudo completar su vuelta rápida para intentar arrebatarle la pole. El resto, es historia. El hijo de Keke vence en el lugar donde creció y Lewis le mira con ojeriza desde el segundo hueco del cajón. "Somos compañeros, colegas, no amigos", declaró en rueda de prensa ante la sonrisa helada de Nico. Se retractó a los días.

Aquella fue la primera vez que Nico vencía a su compañero en carrera. Ya que en Australia fue tras un abandono de Hamilton…que repitió jugada en Canadá. El Príncipe Gilles Villeneuve contempló desde el Olimpo de los Dioses de la F1 como un problema en el ERS de su W05 le obligaba a abandonar. Rosberg, también con alguna complicación, fue segundo en el estreno del casillero de victorias de Daniel Ricciardo. Nunca el champán supo también para el de Mercedes…ni para el australiano. Carrera protocolaria en Spielberg donde se repitió el guion de Mónaco: Rosberg vuelve a mojarle la oreja a su colega.

A su llegada al GP de Gran Bretaña, la ventaja era de 29 puntos. Más de una carrera. Un losa demasiado pesada en los hombros de Hamilton. El telón gris de Silverstone presenciaba como una caja de cambios iluminaba la vida de Lewis. La de Rosberg, concretamente, que se rompía, desatando la locura en las gradas al paso de su héroe por la bandera a cuadros. Recortaba 25 puntos de un suspiro en casa. El show debía continuar. La tensión iba en aumento. Hockenheim precedió a la tormenta de Hungaroring y Spa. En Alemania, tras una discusión sobre si la tierra bávara es realmente su hogar, Rosberg vencía. Hamilton, tercero. Y gracias. La magia del Williams de Bottas se colaba en el festival de la escudería de Wolff y sus secuaces.

En Hungaroring llovió. Dicen que en lluvia las diferencias mecánicas se disminuyen y el talento decide. Alonso, el rey cuando caen gotas sobre el alquitrán, hizo su penúltimo truco de magia para que el mundo se rindiera ante él. Regente sin trono desde 2006. Mucho tiempo para él y relojes que giran sin parar. Aunque eso es otro cuento. Fue segundo, el día que volvió a ganar Ricciardo. El día que el alerón de Rosberg se desesperó respirando entrecortado tras Hamilton. Otro héroe que despegó las pegatinas de casi todo bólido a su paso, tras salir desde el pit lane. Desobedeciendo al equipo al no permitir el adelantamiento de Nico: "No voy a dejar que me pase. Si se acerca lo suficiente y puede adelantarme, que me adelante". El preámbulo de Spa.

Bélgica fue testigo del punto álgido de la tensión entre los pilotos de Mercedes. El legendario trazado admiró incrédulo como un toque entre ambos tiraba por tierra la carrera de Hamilton. Rosberg, señalado, pudo continuar, llevando su flecha plateada hasta el podio. ¿El ganador? Ricciardo. Otra vez. Una sombra alargada en forma de McLaren 2007 se tendía a los pies de Brackley. El aliento del fracaso golpeaba la nuca de la escudería alemana. La última pelea entre compañeros de equipo acabó con un tercero llevándose el Mundial: Hamilton, Alonso…y Raikkonen campeón. Ricciardo se relamía mientras que Wolff se desvanecía en una exasperación interior. El imperio se tambaleaba.

Y Hamilton se puso el traje de las grandes ocasiones. Sacó el martillo de la chistera y no lo volvió a esconder. Repartió sin piedad a todo el que entorpecía su camino hacia la primera plaza. Mercedes, Wolff, Lauda y Lowe se encargaron de relajar el ambiente. Lo de Ricciardo y un potencial título se quedó en un susto. Cinco victorias seguidas de Lewis. Sudó en Suzuka y Austin con maniobras de genio. Mostrando que tal vez tiene algo más en su varita que Rosberg. Importante fue la de Singapur, bajo las luces de Marina Bay, donde su rival abandonó por un problema electrónico en su volante. Tan sólo en Brasil, Nico consiguió volver a superar a su compañero reduciendo la ventaja en 17 puntos. Quizás demasiado tarde…

Yas Marina es el escenario del culmen. Los teatros del mundo ya han sido testigos de sus varitas y chisteras. Dos ilusionistas de manos extraordinarias en busca del prestigio. Un adelantamiento, una vuelta rápida, una pole… La victoria, un concepto amplio. El Mundial de Pilotos: el ascenso al cielo. Uno, alemán, que necesitará de un ayudante para ello: Williams. O una mano del destino. Otro, británico, en el que el único límite es él mismo. El mundo volverá sus ojos a esa isla en forma de T para ver su truco final. Esa pizca de magia extra. Nico Rosberg contra Lewis Hamilton. El deseo de poder escribir su nombre en la historia de uno; y el suspiro de volver a alzarse como el mejor mago del Gran Circo por parte de otro. Se avecinan sonrisas y lágrimas. Una página de oro del automovilismo a punto de redactarse. El Olimpo en sus manos. ¿Creen en la magia?