El sol se puso lentamente sobre el asfalto de Yas Marina y simultáneamente en nuestros corazones. Poco a poco se fueron encendiendo las luces que daban paso a la enigmática noche de Abu Dhabi. Lewis Hamilton salía de su máquina prodigio y alzaba los brazos al cielo. Lo acariciaba, rozando el éxtasis de felicidad. El casco ocultándole un rostro donde las lágrimas caían en cascada. La emoción le sobrecogía. Comienza su reinado. Una celebración merecida ante tal épica de doble puntuación. Bicampeón británico.

Un camino demasiado fácil hacia el paraíso. El destino había decidido al campeón desde los primeros metros. Hamilton sobrepasaba a un timorato Nico Rosberg en la salida. Era el principio del fin. Se certificó en forma de desgracia para el épico alemán. Perdía fuelle su motor a la vez que su sueño se desvanecía. Desesperación dentro del casco. Le llamaron al box pero quiso llegar hasta el final. Un caballero que al acabar la pesadilla abrazó a su enemigo en el asfalto. Su amigo de la infancia. Piel de gallina.

Finalizó la montaña rusa de emociones. Poco a poco se apagaban los focos sobre un trazado que enmudecía sumido en la oscuridad. La merecida celebración de los de Brackley concluía. Ahora a trabajar. La ilusión es inevitable para 2015…como irremediable es la nostalgia para los parroquianos formuleros. Imágenes de toda una temporada retumban en nuestras neuronas dejándonos un sabor agridulce. El frio invernal nos sobrecogerá, hasta marzo, esperando volver a disfrutar de la música de los V6 resonando en nuestros oídos. Ya no importa que desafinen. Pero hasta entonces…

A saborear el dulce de los recuerdos. Dicen que vivimos de ellos. Tan capaces de esbozarnos una sonrisa en la continua cotidianidad. El año ha sido una fábrica de memoriales. De hazañas inolvidables. Acciones que se tambalearon como un trapecista de circo sobre el límite de la física. De héroes sin nombre para el mundo que cobran vida. Niños que se convierten en hombres. Magos sin varita. Leyendas. Pilotos. Tan sólo un casco, un monoplaza y kilos de adrenalina encima. Soledad. Un asfalto siempre esperándoles para citarse con la luz. Una contienda constante por confundirse entre las estrellas. Momentos efímeros de tanta satisfacción como un beso. Estos son algunos de los hitos de la temporada 2014 de F1.

EL REY DE LA LLUVIA

El agua caía sobre Hungaroring antes de la carrera. Fuerzas igualadas. En esos momentos los nervios afloraban en todos los pilotos de la parrilla. Incertidumbre siempre que caen gotas sobre el asfalto. Pocos tan bien acostumbrados a ella como un asturiano. Fernando Alonso atenuó las deficiencias de su F14 T haciéndole parecer un avión. Rey sobre la lluvia que rozó la épica. Con la misma arma que Raikkonen, dos segundos por vuelta. A Rosberg y Hamilton, más de lo mismo. A Ricciardo, 1,5. Lección del maestro. Remontada desde el octavo puesto al primero. Mismas gomas, 31 vueltas después, tuvo que sucumbir a una pista cada vez más seca y a un Daniel Ricciardo que llegaba por detrás con los blandos frescos. Aguantó de forma magistral a los Mercedes. Una navaja contra dos revólveres. Segundo. Andrea Stella se rinde ante su soldado por radio. Mago sin varita. Victoria moral en la tormenta.

DANIEL RICCIARDO: LA SONRISA, LA VICTORIA Y LA ESPERANZA

¿Escudero de Sebastian Vettel? No para él. Hacer parecer novato a un tetracampeón está al alcance de los genios. Daniel Ricciardo dio más que un simple salto en su cambio de Toro Rosso a Red Bull. Vettel ha sido eclipsado por el joven australiano. Ardua tarea que no pudo completar su paisano Mark Webber. El hombre de la eterna sonrisa que, por un momento, hizo temblar los cimientos del emporio de Brackley. Tres victorias para él: Canadá, Hungría y Bélgica. Todo ello en una nueva era de la F1 que no ha sentado bien a Red Bull. Mejor dicho, a su propulsor Renault. Tres tildes dolorosas para los hombres de Toto Wolff. La de Spa, a punto estuvo de acabar en guerra civil. Sin embargo, la esperanza de un posible Mundial se fue difuminando lentamente. Mercedes retomó el duelo de espadachines entre sus pilotos. Duopolio. El próximo año, más y mejor. Talento a borbotones. La esperanza continúa. Sonrisa eterna.

LOS TRES ROOKIES: SUS PRIMEROS CHISPAZOS

Kevin Magnussen y Daniil Kvyat estrenaban volante de F1. Uno en McLaren, otro en Toro Rosso. Dos jóvenes perspicaces en esto de la velocidad. Primera temporada con chispazos de talento. Recompensas y peligros. Magnussen logró una segunda plaza en su puesta de largo en Australia. De más a menos. El McLaren no demostró ser lo que se esperaba y el danés se fue hundiendo en resultados. Ahora, su continuidad en el equipo es un enigma a resolver. La respuesta: el 1 de diciembre. Por otro lado, el ruso. Con un medio de menor potencia que la máquina fabricada en Woking. Tan sólo 8 puntos pero con destellos de clase. Mala suerte en muchas de sus carreras obscurecieron su estreno. Por contra de Kevin, tiene asegurado su asiento para 2015 en Red Bull. Diferencias. El tercer novato, Marcus Ericsson, asistió como en cada prueba no podía exprimir mucho más a su CT05. El próximo año, a Sauber.

ROSBERG-HAMILTON: UN DUELO PARA LA HISTORIA

Brackley, una casa que ha vivido en el dualismo de dos realidades. Totalmente distintos. Rosberg y Hamilton. Inseparables. Dos hombres destinados a ser los reyes en la temporada hegemónica de la escudería alemana. Agradecidos a Mercedes por permitir el enfrentamiento. Yas Marina decidió el final de una guerra entre enemigos, compañeros y amigos. Lewis Hamilton heredó el trono de Vettel en una noche aciaga para su rival. Nico sufrió en sus carnes todo tipo de desdichas según se iba poniendo el sol en Abu Dhabi. Pero la historia es larga. Numerosos puntos de confrontación en una relación de tensión ya resuelta. Mención especial sus duelos de caballeros en Sepang, Montmeló o Hungría. Su convulsión en Bélgica derivó en improperios varios. Y en el final, Hamilton demostró tener algo más de magia en el bolsillo. El fin ha llegado. O tal vez no… Nico quiere venganza. Round dos en 2015.

SEIS MUNDIALES Y MUCHAS CURVAS

Un duelo pospuesto cuatro años por diferencias mecánicas. Dos eternos aspirantes al título en horas bajas. Atípica contienda por el quinto puesto…pero no por ello de menos calidad. A su derecha, alemán, el RB10 como arma con el débil V6 de Renault en su interior, y 4 títulos mundiales: Sebastian Vettel. A su izquierda, un español con, quizás, uno de los peores Ferrari de la historia, y dos campeonatos ya casi olvidados a sus espaldas: Fernando Alonso. El escenario, un clásico, el aeródromo británico: Silverstone. Un espectáculo del que no quiso privarnos la realización de la FOM. Un show tanto en la pista como en la radio. Fernando pega primero, por fuera en Copse a más de 290 km/h. Insuperable adelantamiento con Magnussen como espectador de lujo. Lo mejor estaba por llegar. Alonso aguanta 13 giros agónicos con el morro de Vettel exhalando su aliento. En uno de ellos parecía que le había ganado la posición...pero Fernando resistió al empuje diabólico del alemán. Ilusionismo asturiano, sin milagro final.

Las rabietas e histerias por radio se sucedían. El motivo: exceder los límites de la pista. Fernando no pudo aguantar la segunda embestida de un Red Bull, con gomas más frescas y ligeramente superior al F14 T. Épica en el negro alquitrán inglés. Un mano a mano con ambos bólidos en paralelo a casi 300 km/h. Forzando sus máquinas hasta la extenuación por salvar su honor. Imaginando ese maldito momento de quien será el primero en frenar. Sólo uno podía pasar. Fue Vettel, después de que Fernando cambiara la trazada intentando coger el interior en Copse. Imposible. Sebastian por delante y se marchaba seis mundiales sacando a relucir afrentas pretéritas. Imborrable duelo.

WILLIAMS VUELVE A LA CIMA

El gigante dormido recuperó su sonrisa. Una copa de Martini les llenó de vida. Y un propulsor Mercedes latiendo en su FW36. Años anclados en la mediocridad para el tercer clásico de la parrilla junto con Ferrari y McLaren. Resultados demasiado pobres para una leyenda. Han tenido que pasar 11 años para volver a estar entre las tres mejores escuderías de la parrilla. Tan sólo dos victorias en la última década. Juan Pablo Montoya en Interlagos, allá por 2004 y Pastor Maldonado en España, en 2012. Esta última, un espejismo inmerso en una campaña pésima con nombre Renault. Pasado ya olvidado. Han encontrado un filón en la unidad de potencia fabricada en Brackley, con el mérito añadido del chasis diseñado por Pat Symonds.

Un proyecto que goza de dos pilotos de garantías en esta nueva era de la F1. Valtteri Bottas ha sido una de las sorpresas, junto con Daniel Ricciardo, del año. Rendimiento fantástico del finlandés que ha puesto en aprietos en algún momento a sus proveedores alemanes. El único ‘pero’ ha sido una victoria que se les ha resistido en varias ocasiones. Un total de cinco podios y 155 puntos para acabar 4º en el Mundial de Pilotos. Sólo superado por los enamorados de Mercedes y la sonrisa interminable del australiano. Nada mal. Y un brasileño que volvió a bailar samba sobre el empedrado. Hay vida después de Ferrari. Toma nota Fernando. Empezó de aquella manera para concluir con tres podios, uno de ellos en su casa, Interlagos. Se despidió con un segundo puesto bajo los focos de Yas Marina que casi concluye en victoria. El ansiado triunfo tendrá que esperar a 2015. Éxitos a la vista.

SONRISAS Y LÁGRIMAS

El musical de Jules Bianchi. La banda sonora que le ha acompañado en este 2014. Inolvidable su momento de leyenda en Mónaco. Con su laxo Marussia logró un noveno puesto y así anotó los dos primeros puntos de la historia. Tanto para él como para la escudería rusa. A la postre, los únicos. Un milagro al alcance de unos cuantos elegidos para marcar una época. Un futuro prometedor que vio truncado muchas de sus esperanzas en Suzuka. Un, todavía, inexplicable accidente al chocar su MR03 contra la grúa que trataba de sacar el Sauber de Sutil. Fatalidad que derivó en incertidumbre sobre su vida. Hoy, la esperanza es mayor. Ya fuera del coma inducido y en un hospital de Niza, más cerca de su casa. Un héroe que sigue luchando por la batalla más importante: la de salvar su vida. Forza Jules.