Tras una jornada de viernes y sábado con temperaturas muy suaves, el domingo sorprendió con un radiante sol en todo su esplendor. Esto significó que la temperatura del asfalto pasó de los 33 grados centígrados de la clasificación, a los 48 grados centígrados a la hora de darse la salida de la carrera.

Quizás los equipos fueron demasiado optimistas en este aspecto, y los vehículos no estaban preparados para refrigerar ante estas altas temperaturas, por lo que no tardaron en verse fallos mecánicos. El motor Renault de Nico Hülkenberg dio el aviso entre llamaradas, y más tarde llegaría la rotura de Daniel Ricciardo.

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Más tarde, Red Bull aseguraría que la avería se produjo por un problema en el escape, que estaba enviando gases a alta temperatura a la zona trasera del vehículo lo que acabó provocando que se pararse. Estas dos roturas provocaron pánico en el equipo de la bebida energética, ya que su otro piloto estaba en condiciones de ganar la carrera.

“Estábamos muy preocupados de que Verstappen pudiera tener un problema similar al de Ricciardo, así que limitamos su motor para intentar reducir las temperaturas. Solo le dimos más en las últimas cinco vueltas para controlar que los Ferrari no se metían en zona de DRS.”, explicaba Horner en declaraciones de Motorsport.com

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Red Bull acabó increíblemente satisfecho, pues no solo se trata de la tercera victoria de la temporada, las mismas que acumula Mercedes y Ferrari, sino que además se trata de la primera victoria en el circuito de casa, en el Red Bull Ring. “Ganar aquí es enorme. Todas las carreras tienen los mismos puntos, pero algunas significan más que otras. Mateschitz pone mucho en la Fórmula 1, en un Gran Premio y en dos equipos, así que ganar aquí en Austria con su asistencia, ya que no viene a muchas carreras, es fantástico, y también para los aficionados neerlandeses. Vinieron más de 20.000 aficionados holandeses. Ya estuvieron el año pasado y solo vieron a Max una curva. Este año regresaron, y se llevaron una victoria.”, finalizó Horner.