La unión Red Bull – Renault comenzó en 2007, en el tercer año del equipo austriaco en la Fórmula 1. Con la ayuda del motor francés, Red Bull creció y comenzó a ganar carreras mientras el equipo Renault se hundía, y a pesar de contar con Fernando Alonso en plantilla, apenas pudo completar un podio en toda la temporada.

Dicha unión se hizo más fuerte cuando Renault pasó a un segundo plano como equipo y Red Bull ganaba campeonatos. Sin embargo, en Francia no gustaba la forma en la que sus motores pasaban desapercibidos en los éxitos cosechados por la estructura donde Newey daba rienda libre a su imaginación, y donde todo parecía fruto de un gran chasis y de la aerodinámica.

Tampoco obtuvieron el reconocimiento que quizás merecían cuando en plena época de escapes sopladores, solo el motor Renault conseguía maximizar esta característica. Acabó la era de los V8, acabó con cuatro títulos de constructores para Red Bull, y llegaron los motores híbridos.

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Renault se destapó como el motorista con más problemas. Sus unidades de potencia era las menos fiables y menos potentes, y los clientes, incluido Red Bull, se dejaron un pastizal en las continuas evoluciones con las que Renault intentaba reducir la diferencia con sus adversarios. Aquella temporada, aunque desastrosa en ciertos términos, acabó con tres victorias para Red Bull, que, si bien en 2014 se antojó poco, vistos los posteriores años, ha sido casi que la mejor temporada dentro de la era híbrida.

Red Bull optó por poner presión sobre Renault. No dudó en culpar directamente al motorista de sus problemas y de decir una y otra vez que con estas herramientas resultaba imposible competir, algo que ha sido repetido por Honer y Marko en años sucesivos. Renault callaba. Bastantes problemas tenía la casa francesa como para entrar en batalla directa, ya que para 2015, solo Red Bull y Toro Rosso iban a montar sus unidades de potencia, perdiendo Lotus y Caterham, perdiendo el 50% de sus clientes.

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Momentos difíciles en Renault que debatía entre retirarse de la F1 o dar un paso adelante y adquirir de nuevo un equipo, pues la confianza con Red Bull se había perdido, especialmente tras la búsqueda desesperada de los austríacos por otra unidad de potencia, especialmente tras la súplica de estos por un Mercedes o Ferrari, que obviamente les fue negado. Incluso tras pensar seriamente en usar una unidad de potencia Honda, movimiento relativamente bloqueado por Ron Dennis, pero que realmente no salió por problemas de fechas. Red Bull aceptó, principalmente, porque no les quedaba otra. Renault no olvidó.

Y ahora, Toro Rosso montará unidades de potencia Honda en 2018, un paso que nadie ha dudado en identificar como una prueba previo paso a Red Bull cuando éste sea competitivo, si es que alguna vez lo es. Y cuando lo sea, adiós Renault. Pero Renault ha reaccionado antes.

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Tal y como se ha hecho eco la prensa internacional, Renault no renovará su acuerdo con Red Bull, el cual finaliza tras la temporada 2018. Incluso cualquiera pensaría que desearían cancelarlo al final de esta misma temporada, y que se apañen con Honda. En Renault, especialmente en la cúpula directiva, no ha gustado el trato que ha despechado Red Bull en todos estos años, y antes de que Red Bull rompería el acuerdo, han dado ellos el paso adelante, avisando a la marca de la bebida energética que deberá buscarse la vida.

Si nada cambia, y no parece que vaya a hacerlo antes del cambio de normativa de motores para 2021 o quizás para 2020, no habrá nuevos motoristas, por lo que Red Bull tiene las opciones de montar Honda, como Toro Rosso, o de cancelar el acuerdo con Honda para forzar su retirada de la Fórmula 1, y de esta forma pedir a la FIA un motor, el cual le sería entregado siguiendo las reglas de una ecuación cuya primera premisa sería asignarle el del motorista que menos equipos suministre, el cual sería, irónicamente, la propia Renault. O si el motor Renault va para Toro Rosso, entonces se podría dar la situación de ver un Red Bull Ferrari, como en 2006, o el inédito Red Bull Mercedes, algo que en cualquier caso causaría terror en ambos motoristas y a la vez máximos rivales con sus equipos de fábrica.