Mientras la imagen deportiva de la marca crecía en nuestro país, los talleres de Seat Sport en Martorell vivían una actividad incesante para diseñar el que iba a ser su proyecto más importante en los años siguientes. La unidad del museo se encuentra exactamente tal y como terminó el Raid de Grecia en 1994 (en el que logró el segundo puesto), siendo fácil evocar la dureza de estas pruebas por el polvo acumulado en su asfixiante habitáculo, justo antes de que se generalizase la instalación de aire acondicionado en este tipo de coches de carreras, puesto que el rendimiento de los ocupantes disminuía considerablemente según avanzaban los kilómetros de desierto. Isidre López, por aquel entonces mecánico del equipo y actualmente responsable del museo de la marca, explica gráficamente la robustez del Toledo Marathon: “si lo tirasen de un quinto piso, caería sobre el suelo amortiguando perfectamente, sin dar un bote y sin aflojarse un tornillo” . Exagerando quizá sólo un poco, lo cierto es que era un coche de raids adelantado a su tiempo, cuyo bastidor y suspensiones fueron directamente imitados por los equipos más exitosos del mundo en los años siguientes. José María Serviá y Erwin Weber, sus dos pilotos habituales, lograron los mejores resultados en 1994, cuando este imponente monstruo estaba alcanzando ya la madurez. Segundo puesto en la Baja Portugal y el Raid de Grecia, tercero y cuarto en la Baja España… unos resultados muy prometedores que sin embargo no tuvieron continuidad porque la marca decidió reorientar Seat Sport hacia un objetivo más ambicioso: el Campeonato del Mundo de Rallyes.

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