Viernes, 18:00 horas, apagas el ordenador, te despides de tus compañeros, sales por la puerta y piensas "¡por fin libre!" Pero la realidad es otra. Automáticamente, te vienen a la cabeza el resto de cosas que te quedan por hacer: cena con los suegros, pasear al perro, cine con los niños, cañas con los amigos y cerrar ese importante artículo que tu jefe te ha pedido para el lunes. Lo siento mucho querido lector, pero es oficial: estás estresado."El estrés es una respuesta automática del organismo en situaciones en las que hay una demanda importante, un peligro o elementos externos ambientales –problemas laborales, conflictos familiares, sobrecargas...–, que actúan como factores estresores y de los que sufrimos sus consecuencias negativas, incluso cuando estamos al volante”, asegura Francesca Román, psicóloga y directora de Centrum Psicólogos.

Pero no sólo estados psicofísicos como el estrés, la depresión, el cansancio o la fatiga inciden directamente en nuestra conducción, sino que la personalidad de cada uno tiene mucho que decir a la hora de ponernos al volante."Entendemos como personalidad una serie de características estables que determinan la forma de pensar, de sentir y de actuar que cada persona va a tener a lo largo de su vida en las diferentes áreas en que se mueve –trabajo, familia, ocio, etc–. Podríamos decir que la personalidad es algo así como ‘la forma de ser y estar en el mundo’ de cada persona", explica Francesca; y prosigue, "teniendo esto en cuenta, no cabe duda de que la personalidad es un factor determinante a la hora de conducir. Un individuo con rasgos antisociales no va a conducir, o incluso a aparcar, de la misma forma que una persona con rasgos menos agresivos".

El ponernos frente a un volante requiere, además de una actividad motora compleja en la que es necesario tener una coordinación sobre varias partes de nuestro cuerpo, un proceso de toma de decisiones frente a múltiples situaciones en las que el tipo de personalidad juega un papel clave. Ante un imprevisto al volante no tendrá la misma reacción, ni en el mismo tiempo, un conductor despreocupado, que un impulsivo, un nervioso u otro atento y sereno.

Una de las manifestaciones psicológicas más comunes es la agresividad, o al menos eso se desprende del estudio realizado por la Universidad Politécnica de Madrid que señala que el 70 por ciento de los accidentes se relacionan con el factor humano y con la conducción temeraria. Esto se debe porque "este tipo de conductor agresivo le atraen los desafíos o los riesgos y no le va a preocupar saltarse las normas de tráfico ya que entre los rasgos de su temperamento está la impasibilidad ante el peligro y el castigo", comenta Román.

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LOS ACCIDENTES INFLUYEN

No obstante, dicha actitud 'chulesca' puede llegar a su fin si nos vemos inmersos en un accidente; situación que puede desencadenar, incluso, en una pérdida de confianza."Cuando hemos vivido una situación traumática en la que creíamos que existía una amenaza grave para nuestra integridad física o para la de personas queridas, podemos sufrir un shock traumático que tenga como consecuencia la fobia a conducir", nos cuenta nuestra experta. Esta patología puede desarrollarse en cualquier persona y se denomina amaxofobia.

Además, algunas personas que han sobrevivido a un accidente grave pueden sufrir posteriormente ansiedad, pesadillas o una predisposición a dar respuestas de alarma ante pequeños estímulos que les conectan con el accidente, nos comenta; "este malestar psicológico, la falta de confianza o la vivencia de culpa suele resolverse por sí sola entre el primer y el cuarto mes después del accidente. Si el problema persiste conviene recurrir a la ayuda de un profesional –ver apoyo al final de esta página–", concluye Francesca.

EL COCHE, NUESTRO TEMPLO

El comportarnos de una u otra manera dentro del vehículo se justifica en que"cuando vamos conduciendo, nos sentimos en un lugar 'muy nuestro’, una especie de espacio pequeño y cerrado donde nos sentimos lo suficientemente a salvo y protegidos frente a las personas, como para actuar de la misma manera que si estuviéramos solos", confiesa nuestra psicóloga. De ahí que no sea extraño encontrarnos, alguna vez, con una persona cantando a voz en grito, gesticulando, hablando sola o incluso bailando. Pero además, según un estudio realizado por Arval, nuestra forma de ser también influye a la hora de elegir el color del vehículo, siendo los propietarios de un coche rojo más impulsivos o los de coches negros, creativos. Todo influye.

El 70% de los accidentes se producen por el factor humano y concretamente, por una conducta agresiva

TERAPIAS RECOMENDADAS

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Todos los trastornos relacionados con la conducción tienen tratamiento, cuya duración dependerá de las condiciones del afectado. Así, técnicas como la EMDR–Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares–, la terapia cognitivo-conductual o las sesiones de grupo, ayudarán al afectado. Para recuperar la confianza al volante, comienza con un coche con doble mando –los de autoescuela– para, poco a poco, volver a uno normal.

Nuestra psicóloga, Francesca Román

Experta en Trastornos de la Personalidad, Psiquiatría y Psicopatología e Intervención en Trauma, tiene una amplia experiencia en el tratamiento de la ansiedad y las fobias, especialmente miedo a conducir y a volar. Es la directora de Centrum Psicólogos y autora del blog 'Devaneos en el Diván'.