Como cada final de año, he hecho el típico balance de lo vivido durante este 2016. Muchos son los coches que han pasado por mis manos (no me atrevería a dar una cifra exacta, pero seguro que más de 100) y pocos han sido los que me han dejado con la boca abierta. De entre todos ellos podría citar los casos del Honda NSX, el Mercedes Clase E o el Alfa Romeo Giulia Quadrifoglio Verde, una lista de ilustres a los que ahora añado el Skoda Kodiaq; sí, has leído bien. No sólo me ha generado interés desde el primer momento que supe de su existencia sino que, tras conducirlo, creo que se va a vender 'como churros', dicho de forma coloquial.
Todo en el Kodiaq resulta lógico y racional como sus dimensiones, más próximas a las de un Volkswagen Tiguan que a las del Seat Ateca. De largo mide 4,69 metros de largo, el alto tiene 1,67 metros si se cuentan las barras y la distancia entre ejes se queda en unos sorprendentes 2,79 metros, al nivel de las grandes berlinas de representación alemanas. Su imagen es imponente si se mira de frente mientras que de atrás es imposible que la caída de la zaga no recuerde al anterior Q7. De los 14 colores con los que se vende, los metalizados son los que dan una imagen más señorial respecto a los cuatro tonos sólidos.
Una vez dentro, el Kodiaq tiene muchas similitudes con el Octavia, otro superdotado en cuanto a espacio se refiere. Es cierto que el todocamino supera a éste en alguna que otra cota, como la referente a la altura respecto al techo en las plazas traseras, pero en líneas generales la sensación es de desahogo, una percepción que no tienen los que viajen en la tercera fila, apta para críos. Lo que sí es importante es el volumen del maletero, más propio de monovolúmenes que de SUV: 2.065 litros con dos butacas, 720 ó 630 litros con cinco asientos (dependiendo de si se configura de fábrica con cinco o siete asientos) y 270 litros (siete plazas). Como opción está la apertura eléctrica del portón, lo que facilita la carga de objetos en el día a día, un extra indispensable para los papás y mamás.
Y como es tradición en Skoda, las soluciones Simply Clever también están presentes en el Kodiaq como un protector para los bordes de las puertas que ‘saltan’ cada vez que éstas se abren para evitar arañar y golpear a otros turismos, el bloqueo de seguridad infantil o mantas para los ocupantes de atrás. Comunes a otros Skoda son el portatickets en la luna delantera, huecos portaobjetos o la rasqueta para quitar hielo ubicada en la tapa del depósito de combustible.
Ya en marcha, el Kodiaq se percibe más ágil de lo que imaginaríamos en un principio, fruto de un peso contenido (desde 1.450 kilos). La suspensión es cómoda y tiende a ser firme para evitar que la carrocería balancee en exceso cuando toca encarar curvas. La dirección tiene un tacto idéntico a la de un Superb. Los más aventureros tienen aliados como la tracción integral, la suspensión regulable en varias posiciones y un práctico control de descenso de pendientes.
De las cinco mecánicas con las que se pone a la venta (tres gasolina de 125, 150 y 180 caballos y dos Diesel de 150 y 190 caballos), las más equilibradas son las de 150 caballos, tanto en gasolina como en gasóleo. Es cierto que el TDI tiene un par muy superior, útil para 'arrastrar' al Kodiaq cuando se convierte en el coche principal de la casa, pero el TSI tiene esa finura y progresividad que tanto nos gusta, a costa de un consumo de carburante bastante superior.
Llega la hora de hablar de dinero y el Kodiaq no es precisamente barato si tenemos en cuenta el techo al que llega: 40.540 euros para el 2.0 TDI de 190 caballos, acabado Style, DSG y 4x4 (ojo, sin descuentos). No obstante, el más asequible es el 1.4 TSI de 125 caballos Active, a la venta por 25.140 euros. Entre medias de estos extremos, en los que hay una diferencia de más de 15.000 euros, existe una gama que atraerá al grueso de clientes, que se moverán entre 30.000 y 40.000 euros, una franja en la que se encuentran los motores gasolina de 150 y 180 caballos así como el TDI de 150 caballos.