Tengo que confesar que hasta que no vi estos dos automóviles aparcados en el garaje de la redacción no tenía muy claro si esta comparativa no enfrentaba a dos coches que no tenían nada en común; pero sirvió un solo vistazo exterior para darme cuenta de que sendos vehículos hablan el mismo idioma.

En ambos casos se trata de derivados con vocación familiar resultantes de someter a un tratamiento anabolizante y de musculación a dos de los utilitarios más atractivos y coquetos del momento: 500 y Mini.

Cada uno con una filosofía propia, pues el Mini hace gala de una vertiente más SUV, que nos permite incluso incorporar tracción integral –caso de la unidad empleada para las fotos, que luego fue reemplazada por la correcta para el test dinámico–, mientras que el Fiat aprovecha más su espíritu doméstico, un cometido que cumple de manera sobresaliente a decir de las sensaciones que comprobamos durante la prueba.

Ya en el puesto de conducción percibimos lo ‘sobrado’ que anda de cotas el Fiat tanto delante como detrás. La altura, anchura y el espacio para piernas es insultante en todas las plazas. Además cuenta con ingeniosas soluciones–que también tiene el Mini– como un banco posterior deslizante con el que ganamos unos centímetros extra para los pasajeros o incrementamos la capacidad del maletero, ya bastante generoso de origen.

De hecho, una posición de conducción algo elevada y una superficie acristalada sin igual llevan a preguntarnos si este vehículo no deriva de la plataforma de un industrial, en este caso el Fiorino, un detalle sin importancia pues cumple con su cometido a la perfección.

En ambos casos se trata de derivados con vocación familiar resultantes de someter a un tratamiento anabolizante y de musculación a dos de los utilitarios más atractivos y coquetos del momento: 500 y Mini.

El Mini, por su parte, nos envuelve con un interior ligeramente más cuidado en materia de calidades –no mucho– y con un diseño extremadamente ‘adornado’ que nos obliga a pagar un valioso canon a cambio, pues la ergonomía queda muy penalizada por la ubicación y la forma de algunos mandos como los de los elevalunas o el navegador de posición central, con un inmenso marcador de velocidad de muy complicada lectura; y no nos vale que también se nos indique la velocidad en el pequeño reloj que tenemos tras el volante, pues los dígitos son tan pequeños como los de un reloj de pulsera.

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Soluciones interiores
En cuanto a habitabilidad posterior, nos permite deslizar longitudinalmente el banco trasero, pero de serie viene configurado para sólo dos pasajeros, debiendo pagar por una tercera plaza central de menor tamaño, lo que reduce mucho la funcionalidad.

Si pasamos a analizar los motores, y dejando clara la evidente limitación de potencia de ambos cuando circulamos cargados, decir que el del Mini resulta más enérgico y funcional en la entrega de potencia, sobre todo, en la zona baja del cuentavueltas, donde el bloque del 500 se muestra ligeramente falto de caballos en arrancadas, llegándose a calar si no tenemos tacto con el acelerador.

En primera clase
Dinámicamente el Fiat es tan cómodo como un monovolumen. Sus reacciones están predeterminadas por unos amortigudores de recorrido bastante largo y un tarado muy acertado que asegura comodidad sin caer en excesivos rebotes de la carrocería ni cabeceos. Otra cosa es que no busquemos la más mínima connotación deportiva en sus respuestas, pues no está diseñado para esto… Ojalá en un futuro pase por las manos de Abarth para nuestro deleite.

Todo lo contrario a lo que ocurre en el Countryman en el que los ocupantes pasan a un segundo plano en favor de la deportividad, con lo cual nos divertiremos como enanos al volante, con unas reacciones extremadamente ágiles y racing que pueden pasar factura en viajes largos o atascos.

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