Nada rompe la tranquilidad en el Parque Natural del Garraf, Barcelona. Son las 12 del mediodía, la temperatura es más propia de un día de primavera que de uno que está a las puertas del otoño y los pájaros cantan alegremente posados en las ramas de los árboles. Todo resulta idílico hasta que una silueta roja y negra aparece y desaparece haciendo un ruido ensordecedor. “¿Qué es eso que acaba de pasar a toda velocidad?” pregunta una chica a su novio, una de las muchas parejas que han subido hasta los miradores habilitados en los laterales de la carretera para disfrutar de unas vistas increíbles del mar Mediterráneo. Ante la sorpresa, éste se rasca la cabeza mientras pone cara de circunstancia; de su boca sólo sale un “ni idea”. Pasados unos segundos, la ‘mancha’ vuelve a pasar velozmente. Y otra más, y otra… “¿Pero qué narices es?” sueltan al unísono. Nerviosos, los dos ven cómo se detiene a su lado. La Honda CB500X sobre la que se apoyan parece una hormiguita frente a un coche con forma de nave espacial que acaba de ‘posarse’ a unos tres metros de distancia. Parece un Batmóvil, o mejor, un coche venido del futuro por su diseño galáctico, pero se trata de un deportivo real llamado Italdesign Zerouno, un biplaza del que sólo se van a fabricar cinco unidades para todo el mundo a un coste de dos millones de euros por ejemplar, extras y paquetes exclusivos al margen.

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Gran desconocido

Un momento, ¿Italdesign? ¿El mismo centro de diseño que montaron Giorgetto Giugiaro y Aldo Mantovani, padres del primer Golf de la historia? Así es, pero las cosas han cambiado desde que en 2010 Volkswagen comprase la compañía. A partir de entonces, la empresa se dedica a hacer exteriores e interiores y partes de vehículos que pertenecen al grupo alemán –caso de los acabados S Line de Audi por citar un caso–. Pero no es su único negocio porque también idean tranvías para ciudades como Zaragoza o Guangzhou, China, junto a otras actividades industriales –botellas de agua, balones de baloncesto…–. Afortunadamente los directivos querían más de Italdesign dado el potencial de sus ingenieros y fundaron Italdesign Automobili Speciali, la división de automóviles de ultra lujo responsable del supercar que tenemos entre manos. Una sociedad más dentro del complejo panorama de VW –Seat, Skoda, Porsche, Bugatti…– que necesitaba incluso su propio logo, así que se eligió la cabeza de un morlaco porque es el símbolo de una de las fuentes más populares de Turín, emblema muy parecido por cierto al que utiliza el tenista Rafa Nadal.

Aun forzando el apoyo en curva, el Zerouno la trazará con suma facilidad

Mamma mia!

Toda esta explicación se la podemos dar a la pareja que se interesa por el Zerouno, pero seguro que les suena raro, así que les contamos que básicamente es un deportivo que viene directo de Italia –como bien refleja su matrícula– y que estamos haciendo un reportaje para una revista española. Tampoco les mentimos; a fin de cuentas es la verdad. Alucinan con el ‘extraterrestre’, se hacen fotos de recuerdo, las cuelgan en sus redes sociales y tan contentos.

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El Zerouno es obra directa de Italdesign, si bien en el desarrollo del cupé han participado Audi y Lamborghini, marcas pertenecientes a Volkswagen. La primera se encarga del motor –se trata de un V10 atmosférico de 5.2 litros en cuya culata aparece grabado Audi Sport en grande– y la segunda pone el chasis del Lamborghini Huracán. Con su ‘hermano’ y compatriota encontramos muchas más semejanzas de las esperadas, aunque siempre camufladas magistralmente por Italdesign con motivo de esa exclusividad de la que tanto hablan –recordemos que vale dos millones de euros, casi 10 veces más que lo que cuesta en España un Huracán de idéntica potencia–.

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De hecho y a pesar de que la silueta recuerda a ‘Lambos’ de la talla de Sesto Elemento o Centenario, el Zerouno tiene tras de sí horas de desarrollo aerodinámico específico. Como bien nos dicen desde la firma, todos los apéndices exteriores tienen una función exclusiva y no están puestos ahí por una cuestión de imagen. Incluso hereda tecnología de competición gracias a las tomas frontales, que aspiran el aire y lo ‘expulsan’ por los laterales del cupé o por las cuatro salidas que hay en el morro, dos ubicadas en el centro y otras en los extremos, lo que en conjunto permite que el eje delantero se pegue al asfalto cuando se va muy rápido. Lástima que no podamos comprobar el efecto del conducto ‘Y’ a ritmos alegres porque la carretera de montaña por la que circulamos está plagada de curvas.

El propietario del primer Zerouno, con chasis número #0001, es un coleccionista belga

Corazón vitalicio

Pero el V10 demuestra que no necesita de rectas para dejar claro que responde increíblemente rápido cada vez que pisamos el pedal del acelerador, y lo hace con un rugido excitante que puede ser más grave si se pulsa un botón en el volante, tal y como sucede en el R8, modelo con el que comparte buena parte de la instrumentación, incluida la pantalla digital que hace de cuadro de mandos.

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Al ser atmosférico tiene que ir alto de vueltas para conseguir el par máximo, algo que tampoco es un inconveniente porque pasa de 1.200 vueltas del ralentí a 6.000 en un abrir y cerrar de ojos… y sigue estirando hasta el corte, en torno a 8.000 revoluciones. Una pena que nuestra unidad tenga limitados los modos de conducción por seguridad, por lo que siempre rodamos con la configuración intermedia. “Entonces, ¿el Zerouno puede ir todavía más rápido?”, le preguntamos a Umberto Giorio, responsable de la comunicación de producto y tecnología de Italdesign. Sonríe y guiña un ojo; eso es que sí.

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Lo que nos sorprende es el grado de confort percibido, que se asemeja al de un Bentley Continental GT Speed, aunque con matices. Es cierto que entrar y salir cuesta más dada su baja altura, pero tras el paso de los kilómetros nos revela que su imagen de tipo duro nada tiene que ver con el comportamiento percibido. Parece más un Gran Turismo. La dirección tiene un tacto exquisito, hasta suave para un coche del estilo, y varía su grado de asistencia en función de la velocidad a la que vayamos. A la amortiguación de dureza regulable le sucede algo parecido porque, a pesar de tener un recorrido más bien corto, apenas ‘castiga’ los riñones, ni siquiera cuando el asfalto está en mal estado de conservación. Las diferencias entre la posición más rutera y la más racing son poco perceptibles.

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El resto de los órganos mecánicos también aportan su granito de arena en la sensación de confort que desprende dinámicamente el Zerouno. Su tracción integral asegura que las pérdidas de motricidad sean las justas, y eso que las ‘gomas’ posteriores gestionan prácticamente los 610 caballos del motor, aunque las delanteras siempre reciben algo de par, incluso en autopistas. En el caso de la caja de cambios automática, se ha optado por una DSG de siete marchas que hace una lectura excepcional de nuestra conducción; incluso podemos manejarla secuencialmente a través de unas levas colocadas tras el aro del volante. Quizá lo único ‘rudo’ percibido sean los frenos carbocerámicos, que exigen un pequeño período de adaptación ante las deceleraciones más suaves, si bien no tienen nada que ver frente a los que montan vehículos de características similares que, por norma, son duros e incómodos de utilizar en ciudad.

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Enhorabuena

El Italdesign gira tan plano y se muestra tan servicial que es fácil ir cada vez más rápido, virtud y defecto según el tipo de cliente. Un supercar que te deja hacer lo que quieras con él ya que sus límites están muy por encima de tus posibilidades. Por eso, por su estética y por la calidad de fabricación, caemos rendidos ante el Zerouno. Lástima que lleguemos tarde porque las cinco unidades de este ‘toro’ ya están vendidas