Preguntando a cualquier buen aficionado cuáles son sus coches más admirados de la historia, raro es el que no incluya un Mercedes SL en su ‘garaje virtual’. La llegada este año de la nueva generación del SL, esculpida por completo en aluminio, ofrece en su versión más potente, 500 BlueEfficiency, un preciosista roadster de elevadas prestaciones con novedosas tecnologías como sus escobillas con limpiaparabrisas automático, el sistema de sonido que se amplifica en el interior de la propia carrocería, la apertura del maletero por aproximación de nuestro pie o, ya metiéndonos en asuntos más mecánicos, la suspensión autonivelante ABC.

Si tuviéramos que resumir la experiencia de conducción del SL, lo haríamos con dos palabras: precisión y control. En efecto, el coche obedece con una neutralidad y una rapidez de férrea disciplina. Por otro lado, los sistemas que adaptan la respuesta de la transmisión y el chasis someten sus reacciones a una estrechísima vigilancia que evita cualquier sobresalto.Todo ello acompañado de unos frenos muy potentes y resistentes.

Tanto SL como SLK tardan 20 segundos en esconder sus capotas y convertirse en roadsters de ensueño

Mercedes no ha querido derivar hacia un modelo cada vez más deportivo en el caso del SL y se ha conformado con planteamientos conservadores, dejando para el supercar SLS las máximas dosis de impulsividad. Esto no quiere decir que el SL 500 nos resulte nada soso, ya que por prestaciones, eficacia dinámica y experiencias sensoriales nos colma de satisfacción sobre cualquier tipo de carretera.

Juguete para dos

Descapotados, el rugido del V8 biturbo de 435 caballos nos persigue como un trueno, y el excelente estudio aerodinámico –que incorpora un cómodo deflector trasero automático– elimina hasta muy elevadas velocidades cualquier injerencia del viento en el interior del habitáculo, incluido a elevadas velocidades.

En el caso de su hermano pequeño, el SLK, también renovado para su tercera generación la pasada temporada, si bien no encontramos el abrumador despliegue tecnológico que en el emblemático SLK, apreciamos por igual unas posibilidades de equipamiento y sofisticación inusuales en un roadster.

Su capota también desaparece en unos 20 segundos, también es rígida y se ofrece igualmente en tres concepciones diferentes. Una opaca construida en magnesio, otra de material sintético transparente y otra versión panorámica con sistema Magic Sky Control cuyo material podemos aclarar u oscurecer a voluntad mediante un regulador eléctrico.

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Sin capota, el SLK ha mejorado sustancialmente su comodidad frente al viento respecto al modelo anterior. Su aerodinámica ha sido afinada y la protección de sus ocupantes es ahora mayor gracias a las propias formas de la carrocería y parabrisas y a los elementos deflectores posteriores, un clásico cortavientos y unos mini paneles plásticos tras los reposacabezas bautizados como Airguide.

A pesar de sus notables diferencias, ambos ofrecen un tacto de calidad Mercedes

En este punto se sitúan también, al igual que en el SL, los elementos de protección en caso de vuelco, unos arcos de seguridad desplegables automáticamente en décimas de segundo. Y es que el SLK resulta un coche especialmente ‘sólido’, tanto por sus equipos de seguridad pasiva como por un comportamiento que se adapta a cualquier circunstancia y conductor. En ciudad ratonea como cualquier compacto, gracias a una agilidad y a un radio de giro especialmente corto. En carretera, su estabilidad se muestra inmutable, tanto en recta como en los tramos de curvas, que negocia con una facilidad casi lúdica.

En esta versión Diesel 250 CDI BlueEfficiency–motorización que no perturba en absoluto su condición de descapotable– el SLK no llega a ser un deportivo de pura raza, pero resulta excepcionalmente divertido de conducir, con muy buenas respuestas en toda su gama de utilización y, al igual que ocurre con el potente SL 500, perfectamente gestionadas por el cambio automático G-Tronic de siete relaciones que podemos usar en modo automático o con accionamiento secuencial. La sorpresa final vendrá con el consumo, similar al de un ahorrador utilitario.

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