El Porsche 906 Carrera 6 de 1966 forma parte de los vehículos habituales en la concentración Rennsport Reunion que la filial norteamericana de la marca organiza una vez cada tres años en el circuito de Laguna Seca. A la quinta edición, que tendrá lugar del 25 al 27 de septiembre, acudirá otra unidad, la del Museo Porsche que luce el dorsal 26. Pero en lugar de transportarse directamente hasta California, gran parte del trayecto lo realizará por carretera.
La decisión estriba en que este modelo, del que se produjeron 65 unidades, se homologó para circular por la vía pública aunque los circuitos fuesen su hábitat natural. Una joya automovilística que aún hoy, 49 años después de haberse fabricado, sigue teniendo la capacidad de enfrentarse a estos retos.
El viaje comenzó la semana pasada cuando salió del establecimiento al norte de Stuttgart una vez se sometió a la pertinente revisión. El coche no se adentró en esta ciudad, sino que continuó en esa dirección para dirigirse al aeropuerto de Frankfurt. Allí se montó en un avión de carga fletado por Lufthansa que lo ha llevado hasta Estados Unidos. El resto del periplo lo ilustrará y narrará Porsche a través de sus perfiles en redes sociales.
Creado para cumplir con las normas de homologación de las categorías Grupo 4 y Grupo 6 de la FIA, el 906, también conocido como el "cisne blanco", se batió en duelo sobre las pistas de Daytona, Le Mans, Monza o Nürburgring contra el Dino 206 de Ferrari.
El vehículo diseñado por el ingeniero Helmut Bott adquirió igualmente fama por numerosos detalles: el parabrisas cóncavo, el cristal trasero amarillo, las puertas de tipo alas de gaviota, la carrocería de plástico reforzado con fibra de vidrio, el chasis tubular, el rugido de su motor central de seis cilindros opuestos de 210 caballos o los escasos 675 kilogramos que lo hacían 113 kilogramos más liviano que el 904. El reparto de masas minuciosamente calculado por Porsche constituía precisamente uno de sus atributos más conocidos.
Como automóvil válido para uso diario, el 906 estaba equipado con elementos como intermitentes, lavaparabrisas, luz en el habitáculo, maletero y volante regulable en altura. En los años sesenta costaba el equivalente actual de 6.000 euros, pero hoy en día su precio oscila entre el medio millón y los dos millones de euros. Casi todas las unidades se entregaron a pilotos profesionales y se dice que se ponían a punto en Hockenheim antes de darle las llaves al dueño.
