Situemos el 'cuándo' y el 'dónde': nos encontramos en otoño de 1973 enel neoyorquino trazado de Watkins Glen, en el que el mundial de F1 de eseaño iba a bajar definitivamente el telón. Se intuía, por consiguiente,que el evento iba a ser una fiesta en homenaje a los verdaderosprotagonistas, los pilotos. El ambiente era distendido, y es que elcampeonato llegaba a la cita estadounidense decantado de formainexorable a favor de Stewart. Era su tercer (y último, como veremos)título.

El viernes, primer día de entrenamientos, se corrió bajo un fríointenso. Ronnie Peterson fue el más rápido, seguido a dos décimas deStewart; Cevert, por su parte, ocupó la tercera posición. De algunamanera el francés se mostraba calmado. "No estaba confiado en exceso de sí mismo", recordó tiempo más tarde su compañero Stewart, "peroera un tanto 'chulo', como si de un joven gallo de pelea se tratara.Era un tipo perfecto, totalmente encantador, alto y, por si fuera poco,un gran pianista clásico –una de sus grandes aficiones–. Llegó aWatkins Glen con la moral alta, pensando que lo haríabien".

Durante la jornada del sábado se celebraron un par de sesiones másde prácticas previas a la calificación. La complicada climatologíahabía amainado pues se presentaba un día más caluroso, con que lostiempos caerían en picado. Y así fue. 'Superswede', sin embargo, siguiómarcando los mejores cronómetros. Cevert, por su parte, a pesar demejorar sus registros quedó relegado a la cuarta posición. Su vueltadefinitiva la marcó a falta de dos minutos para que concluyeran losentrenamientos de la mañana.

Helen Stewart–la mujer de Jackie– se acercó hasta el pit-lane pocoantes de que empezara la calificación. Como de costumbre, tomó posiciónpara empezar a anotar los tiempos cronómetro en mano. Mientras Cevertse acomodaba dentro del cockpit, poco antes de salir a pista, Helen letomó una fotografía. El francés, consciente de ello, saludó con lamano. Acto seguido se bajó la visera, le lanzó un beso al aire y semarchó. Ésta era la última ocasión en que Helen y François se miraríana la cara.

Al cabo de unos minutos el pit-lane revivió el agrio silencioproducto de la no-aparición de uno de los monoplazas que, por causasdesconocidas,se detiene a media vuelta. En aquella época en que las cámaras detelevisión brillaban por su ausencia, la espera hasta conocer el porquéde lo sucedido resultaba angustiosa. Quizás sólo se tratara de un leveimprevisto, o quizás de una salida de pista, o quizás de un problemamecánico, o quizás... o quizás algo mucho peor. Durante esos instantesde incertidumbre los tres Tyrrell de Amon, Stewart y Cevert seencontraban rodando sobre el asfalto neoyorquino.

"En ese momento meencontraba en pista. Justo después del inicio de la vuelta, el relievedel circuito emprendía un descenso seguido de una cuesta en cuyo altose dibujaban unas eses de izquierda-derecha. Al pasar por ahí viescombros por todas partes; me fijé en el azul del monocasco. Chris[Amon] –recordemos, otro de los Tyrrell– también estaba en pie fueradel monoplaza, con que pensé que había sido él elaccidentado. Le pregunté si se encontraba bien, pero me señaló que nohabía sido suyo el percance. Obviamente había detenido su 005 para verqué había acontecido y socorrer al piloto afectado. Otros pilotos, comoJody Scheckter, también se acercaban al lugar. Es así como bajé delcoche", declaró Stewart.

"Había sido un accidente masivo, de lo peor que uno puedaimaginarse. El monoplaza había impactado contra la barrera de laizquierda para luego salir despedido contra el guard-rail opuesto. Fuehorrible. Cevert aún se encontraba dentro del coche; vista la magnituddel accidente, enseguida comprendí que no había ninguna posibilidad deque hubiese sobrevivido. Poco después volví a pits a lomos delTyrrell".

A día de hoy las causas del accidente de Cevert aún se desconocen.Una de las posibilidades que se barajan hacia referencia a su casco, elcual se 'levantó' dificultándole la visión hasta impactar contra lasbarreras –que en la zona de las eses se 'encerraban'–. Por aquellazona, normalmente, se giraba entre 130 y 150 mph (millas por hora).

"Estaba enfadado, muy enfadado.Una de mis lamentaciones era la de no haber permanecido allí conFrançois. Creía que debería haberle sacado el casco, hacer algo. Aunquesólo fuera haber estado allí más tiempo. De esa jornada, lamento nohaber hechonada", continuó Stewart.

Los rumores se extendieron rápidamente hasta la zona de boxes. Esallí donde un sponsor del equipo Lotus, que estaba filmando unreportaje, consiguió grabar en su cámara las reacciones de loscomponentes del equipo. Aún hoy se pueden ver estas imágenes, lascuales muestran a un angustiado e inquieto Colin Chapman dialogando conPeter Warr. "¿Who is it (Quién ha sido)?", pregunta Chapman.- "Cevert", es la respuesta de Warr.- "¿Is it bad (es grave)?".- "Very bad (muy grave)".Sólo, hablando para sí mismo, el genial Chapman exclama: "No! Bloody hell!Cevert".

En el seno del Elf Team Tyrrell se vivió con mucha tensión eldesarrollo de los acontecimientos. Jo Ramírez, por aquel entonces empleado del equipo, recuerda que había un camión marchando del pit-lane que se dirigía hacia lazona del accidente. "Justo al ir a subirme en él, Jody [Scheckter]–quien justo acababa de llegar– se dirigió a mí. '¡No, no vayas!'.Entonces me hundí; ya le habíacomprendido".

Pocos segundos después Jackie Stewart llegó a pits. La gente yasabía de antemano que el accidente había sido horrible. Muyposiblemente Amon ya hubiese contado al equipo que con todaprobabilidad Cevert había fallecido. Ken Tyrrell, sin embargo, lepreguntó a Jackie qué creía tras haberlo visto poco antes. "No creo que esté aún vivo", le respondió el escocés. La réplica del jefe de equipo, no obstante, quería ser esperanzadora: "pero no me lo puedes decir con toda seguridad, ¿verdad?". Ken se intentaba amarrar en sus propias palabras.

Minutos más tarde, la megafonía del circuito neoyorquino de WatkinsGlen anunciaba el fallecimiento de François Cevert. Durante unosinstantes, dada la perplejidad del público, el silencio reinó. Nadie selo podía creer.

Aunque a día de hoy sea impensable, esa calificación no fuesuspendida. Tras este lapsus con fatídico final, los motores volvierona rugir. Los DFV de los Tyrrell no fueron una excepción. Stewart –apesar de la negativa del equipo como medida de seguridad (pues pensabanque el origen del accidente de Cevert pudiera haberse debido a un fallomecánico)– también salió a pista. La pole-position definitiva fue aparar a manos de Peterson; por su parte, Jackie y Amon se situaban enquinta y decimosegunda posiciones para la parrilla del domingo. Cabereseñar que nadie pudo mejorar sus registros cosechados durante lasprácticas matinales. El adiós de Cevert seguro que contribuyó en ello.

El sábado por la noche Ken Tyrrell se dirigió a dirección de carrerapara presentar el forfait, la retirada de sus monoplazas, como señal decondolencia por la muerte de uno de sus pilotos.

Mientras el accidentado 006 fue llevado a un garaje del pueblo deWatkins Glen para ser analizado. Algunos responsables del equipo fueronlos encargados de la revisión. Algunos de éstos fueron Roger Hill y JoRamírez. "Necesitábamos saber si algo había fallado en el coche que hubieseocasionado el accidente. Jamás había visto nada igual. Los escombros...todo era horrible. Partes de François aún estaban allí. Psíquicamenteno estaba bien. Acercarse a su habitación para recoger sus cosastambién fue terrible. Se te rompía el corazón", recuerda Ramírez.

La triste historia del equipo Tyrrell no termina aquí. Y es quedesde hacía meses Jackie Stewart había decidido que ésta de 1973 seríasu última temporada. El GP de Estados Unidos, al que llegaba con eltítulo en el bolsillo, iba a ser su despedida... aunque sólo Kenconocía este decisión. "Recuerdo cuando llegué al hotel –el Glen Motor Inn– el sábado porla noche, tras todo lo acontecido. Fue entonces cuando le comuniqué aHelen [Stewart] que jamás volvería a correr. Ella no sabía nada. Entrelos dos acordamos presentarnos igualmente el día siguiente en WatkinsGlen como muestra de respeto hacia François (recordemos que ya sabíaque no iba a disputar lacarrera)", cuenta Stewart.

El domingo, 7 de octubre de 1973 se disputó el Gran Premio de losEstados Unidos, decimoquinta y última cita de la temporada. El equipoTyrrell, sin embargo, lo miró desde la distancia. Mientras los demáspreparaban los monoplazas, ellos iban recogiendo para hacer lasmaletas. La victoria final, aunque en este relato no resulte de muchointerés, terminó siendo para el poleman Peterson. Stewart, por suparte, vivía sus últimas horas de piloto. La afición, sin saber nada,no era consciente de ello.

El adiós de Cevert afectó altamente a todo el equipo Tyrrell. Lasuya, no obstante, no era la única pérdida. Durante la semana siguientea la conclusión de la temporada, los medios de comunicación mezclarontributos al francés con rumores, cada vez más insistentes, sobre lainmediata retirada del tricampeón del mundo JackieStewart.

El domingo, 14 de octubre, en el Tower Hotel de Londres, elescocés anunció al mundo su retirada. Podía parecer una decisiónprecipitada producto del fallecimiento de su compañero ocho días antes,pero no fue así. La idea fue tomada en el mes de abril de formairrevocable, fueran cuales fueran sus resultados.

Tiempo más tarde se supo que, mientras Stewart y Ken Tyrrellmantuvieron en secreto el adiós del primero, habían acordado que elheredero de su volante como primer piloto iba a ser aquel joven francéstan impetuoso. El sueño, sin embargo, jamás pudo cumplirse. El equipo,por suparte, jamás volvió a ser el mismo. Sus números desde entonces muestranuna caída lenta pero constante. Su época dorada había terminado. Aquelfatídico GP de Estados Unidos de 1973 fue el principio del fin deTyrrell.