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En sus 100 años de historia las 24 Horas de Le Mans guardan muchas victorias que bien podrían calificarse como 'redondas'. Como en toda carrera, cuando cae la bandera a cuadros siempre hay un ganador, pero no siempre un campeón. Y lo de McLaren en la edición de 1995 es, sin duda, uno de esos triunfos pluscuamperfectos donde difícilmente pudo salir algo mejor.
En aquellos años posteriores a la desaparición del Grupo C los Grandes Turismos, prácticamente deportivos comerciales vestidos para la guerra, consiguieron mantener vivo el encanto y la leyenda de la prueba francesa. Fabricantes consolidados y artesanos con más amor al arte que tecnología. Todos, igualados por un mismo reglamento FIA GT.
Los de Woking habían conseguido crear, en 1992, el McLaren F1, el coche de producción más rápido del mundo. Y, sin embargo, jamás tuvieron intención alguna de llevarlo a los circuitos hasta que un grupo de pilotos privados, encabezado por Ray Bellum y Thomas Bscher, solicitó a la compañía una variante de competición para aprovechar su potencial en las BPR Global Series, el campeonato referencia de la resistencia por entonces.
Finalmente Gordon Murray (como 'padre' del F1) y Ron Dennis (como jefe supremo) dieron su brazo a torcer, y para 1995 una escuadra de siete McLaren F1 GTR tomó al asalto la parrilla de salida en Le Mans.
Pero no hay armada lo suficientemente grande como para asustar a las deidades que todo lo deciden en esa semana mágica. La unidad favorita para la victoria, la de West Competition pilotada por Jochen Mass, John Nielsen y Bscher (a la postre, vencedores del campeonato a finales de ese mismo año), tuvo que retirarse tras nueve horas por un fallo catastrófico en el embrague.
Mientras, el McLaren F1 GTR número 59, con precisión de metrónomo, se iba abriendo paso progresivamente hacia las posiciones de cabeza. Después de ser traídos más o menos a regañadientes a La Sarthe, McLaren quiso asegurar la victoria convocando varias unidades exclusivamente para esta prueba.
El número 59 era claramente la inscripción más improvisada de toda la ofensiva: directamente, en Woking tomaron el prototipo de desarrollo del paquete GTR y le plantaron el dorsal sobre su negra carrocería. Un tridente 'de circunstancias' formado por Yannick Dalmas y JJ Lehto se completaba con el japonés Masanori Sekiya, quien con su presencia justificaba el único patrocinio del coche, 'Ueno Clinic', una reputada clínica nipona de cirugía plástica.
Al final, pasadas las 24 horas de carrera, la McLaren que originalmente no había diseñado aquel coche para correr terminó festejando sin rubores la actuación de los cuatro F1 GTR supervivientes, ocupando las cuatro primeras plazas de la clasificación. Un triunfo aplastante encabezado además por el número 59, el 'underdog', el coche por el que nadie hubiera apostado su dinero. El coche que había completado sus 298 vueltas a La Sarthe cargando a cuestas con el desgaste previo de meses y miles de kilómetros de ensayos y errores.
Un campeón a la vista de todos
A día de hoy, la victoria de 1995 sigue siendo la única en el palmarés de McLaren en Le Mans, un hito que la marca recuerda con mucho cariño. Con motivo de la edición número 100 de la carrera francesa, el F1 GTR número 59 fue trasladado de forma temporal al museo del circuito, donde puede contemplarse en compañía de otros ganadores de su misma época.
Su presencia en el museo se ha extendido hasta la celebración de Le Mans Classic, la carrera para históricos que tendrá lugar este fin de semana. Para acompañar a su viejo campeón, McLaren ha preparado una pequeña fiesta donde también harán acto de presencia, a modo de exhibición, el Artura y el 720S, sus más recientes herederos.
Especializado entusiasta en motor, competición, historia y técnica del automóvil. Eterno aprendiz, también, en el novedoso sector de la movilidad sostenible. Licenciado en Periodismo con varios años de experiencia en esto de hablar sobre las cuatro ruedas.
