Esta comparativa enfrenta a dos de los coches más polivalentes y a la vez más complicados del momento en materia tecnológica: El Mitsubishi Outlander PHEV y el Toyota RAV4 hybrid 4x4. El universo híbrido, descubierto por Toyota hace 19 años con el Prius, va evolucionando conforme las normativas anticontaminación impuestas por los gobiernos mundiales se van haciendo cada vez más exigentes, hasta el punto de que han arrinconado a los propulsores turbodiésel en un callejón sin salida. Pero dentro del concepto híbrido nos encontramos con diversas opciones; marcas como Peugeot han apostado por los híbridos Diesel, sin mucho éxito de momento.

Toyota, por su parte, sigue respetando el esquema híbrido del citado Prius, en el que el motor eléctrico no pasa de ser una mera ayuda puntual al gasolina en momentos en los que el consumo es especialmente elevado como en atascos o en arrancadas. Mitsubishi, por su parte, va un paso más allá y entra de lleno en el océano de los híbridos enchufables, una tecnología que ha evolucionado en muy buena dirección y ya parece una alternativa más que consolidada a los híbridos tradicionales. De hecho el Outlander PHEV es el híbrido enchufable más vendido del Europa desde que su primera generación hiciera aparición en 2012.

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La diferencia entre uno y otro sistema es muy importante, pues mientras que el 'Mitsu' permite circular en eléctrico hasta 50 kilómetros –nosotros no hemos logrado pasar de 35–, el RAV4 tan sólo dispone de dos o tres kilómetros de autonomía eléctrica y la recarga se realiza siempre en las frenadas; dicho de otro modo: no es enchufable. De hecho, los propios responsables de la firma nipona reconocen esta funcionalidad como un paso más allá a la de los híbridos convencionales y no descartan que llegue al RAV4 a medio plazo.

Estructuras parecidas

El esquema de motores es similar en uno y otro caso, pues tanto Outlander como RAV4 disponen de un propulsor térmico tradicional gasolina de ciclo Atkinson especialmente eficiente –121 caballos en el Mitsubishi y 152 en el RAV4– que se acompaña por dos bloques eléctricos de 82 caballos cada uno en el caso del 'Mitsu' y de 143 y 68 en el RAV. En ambos casos uno de los eléctricos se ubica en el eje trasero, con lo que les permite disponer de tracción integral sin necesidad de complicados árboles de transmisión.

Además, son estos mismos propulsores los que invierten su funcionamiento en las frenadas y en las retenciones para regenerar carga eléctrica. Una de las salvedades más importantes es que el Outlander dispone de un peculiar mecanismo que nos permite escoger entre seis grados de 'freno motor' para recargar aún más batería en las deceleraciones, con lo que la conducción se convierte en una especie de juego en el que tenemos que acertar con el modo exacto para detenernos justo en el punto donde tenemos que pararnos pero sin hacer uso del pedal de freno. Este sistema lo manejamos desde las levas del volante, como si fueran las marchas convencionales.

El Rav4 tiene un tarado de suspensión más firme que el Outlander, lo que le hace más ágil en conducción rápida

Para ser sinceros el Outlander exige del conductor un compromiso con la conducción ECO mucho más elevado que el Toyota, si realmente queremos lograr unas cifras de bajo consumo brillantes. En ambos tenemos la opción de circular en modo automático sin preocuparnos de nuestro nivel de consumo, en cuyo caso gastaremos más que en un vehículo Diesel convencional. La comparación odiosa, que siempre surge a la hora de comprar un híbrido, es la que los enfrenta a los Diesel tradicionales y en las que los híbridos no suelen salir bien parados, pues económicamente las cuentas no les beneficia, especialmente en carretera. De hecho, cuando se nos acaba la carga de la batería, ambos vehículos se convierten en automóviles convencionales de gasolina con una peso elevado y una aerodinámica no demasiado buena.

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El gasto es elevado

El consumo medio homologado del Outlander es de 1,8 litros a los 100 kilómetros, sólo real cuando rodamos en recorridos urbanos y con la batería llena –50 kilómetros de autonomía eléctrica–. Mientras que durante nuestra prueba y en un viaje de más de 200 kilómetros de carretera, esta cifra se dispara por encima de los nueve litros a los 100. Como curiosidad, este nipón dispone de dos modos de funcionamiento muy interesantes; el primero de ellos –charge– usa el motor térmico para recargar la batería, algo que podemos hacer sin movernos del sitio en menos de media hora. El segundo –safe– reserva la carga de batería que tengamos en ese momento para usarlo con posterioridad por si tenemos que entrar en alguna zona de circulación restringida para automóviles convencionales.

Toyota ha centrado sus esfuerzos en que la conducción de esta variable híbrida sea lo más 'parecida' posible a un coche tradicional. Para ello ha dotado a su cambio de marchas –que realmente no es tal sino que es parecido al variador continuo de un scooter con infinitas relaciones de cambio– de una regleta de seis velocidades que permiten al conductor mayor control sobre la mecánica, mitigando en cierta medida esa sensación tan peculiar que tenemos en el Prius cuando al acelerar a fondo aumenta con claridad el ruido motor pero sin sensación real de aceleración.

En paralelo han dotado al RAV4 con un tacto de la dirección más directo y con una amortiguación ligeramente más firme, modificaciones todas ellas que en conjunto hacen del RAV4 un SUV que transmite muchas más sensaciones al conductor, algo que agradecemos de inmediato. Pese a su esquema 4x4 conviene matizar que el coche no está pensado para circular por campo, sino que más bien se trata de una ayuda que nos aporta un extra de tracción en asfalto para cuestas pronunciadas o para tirar de un remolque pesado.

El Toyota Rav4 hereda buena parte del esquema mecánico del Lexus RX 300h

Pese a que el Mitsubishi está ligeramente más dotado para circular fuera del asfalto, no olvidemos que éste tampoco es su medio natural. En carretera detectamos unos tactos más aburguesados, con una dirección más blanda y una suspensión que rebota algo más, lógico por otro lado si tenemos en cuenta su citada orientación off road.

Sin duda que los dos son compañeros de ruta infatigables y muy confortables en familia, aunque nos ha convencido algo más la contundencia del Toyota, que además ofrece un diseño más elegante y menos recargado y un punto superior de calidad interior, con una sonoridad menor en el habitáculo.

Los dos empujan mucho

Dejando de lado los consumos, ambos conjuntos motrices responden con sobrada contundencia gracias a unas cifras de potencia más que notables. Es cierto que el Toyota neutraliza los 46 caballos de más que tiene el Outlander gracias a un peso 100 kilos inferior, peculiaridad que le permite hacer gala de unas prestaciones más brillantes y de una superior agilidad en cualquier circunstancia.Sólo el mercado dictará sentencia y nos confirmará si el momento híbrido ha llegado o aún necesita más tiempo para hacer frente a los Diesel de tú a tú.

Precio, equipamiento y ficha técnica del Mitsubishi Outlander PHEV

Precio, equipamiento y ficha técnica del Toyota RAV4 Hybrid

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