Tras unos años algo eclipsados por las marcas germanas, parece que los fabricantes galos vuelven a afinar su diapasón automovilístico. Buena muestra son los dos coches de esta comparativa; dos modelos que tienen mucho más en común de lo que parece.

Por un lado el Cactus estrena este acabado 'surfero' en colaboración con la firma de sportwear Rip Curl, disponible en cinco tonalidades de carrocería y con un equipamiento exclusivo que incluye la ruleta Grip Control que varía el control de tracción para lograr mayor adherencia al circular sobre firmes deslizantes. Pese a que se denomina C4 Cactus, recordar que este modelo está desarrollado a partir de la plataforma del C3 aunque, para ser sinceros, sus cotas y su imagen exterior lo posicionan más como un compacto que como un utilitario. La verdad es que su imagen es de lo más atractiva y sofisticada, gracias en gran medida a lo ancho y bajo que es y a los protectores laterales de plástico llamados Airbump. Da gusto descubrir que las creaciones de Citroën vuelven a tener ese toque chic, atrevido y sofisticado que las hizo famosas durante los años 70 y 80.

Más que urbanos

El Peugeot, por su parte, deriva del urbano 208, y acaba de recibir un restyling estético y mecánico que le ha sentado de maravilla. Luce un aspecto mucho más serio y rotundo, con el que intenta recuperar su posición de marca francesa con calidad. Sin duda va por el buen camino.

El interior del C4 es muy sofisticado y extremadamente atractivo. Los materiales son de buena factura, con ajustes certeros y un diseño de lo más atrevido que encontramos en la actualidad. Una pena que este entorno tan agradable se vea perjudicado por detalles como la ausencia de asideros superiores para los acompañantes o por unas ventanillas traseras que se abren sólo en tipo compás. El equipamiento se enriquece en esta versión con una pantalla central tipo tablet de siete pulgadas desde la que manejar la mayor parte de los automatismos, asistente de arrancada en pendientes, park assist, cámara trasera y techo panorámico.

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El Peugeot sigue fiel a su revolucionaria posición de conducción con un volante minúsculo y muy bajo. La verdad es que al principio es extraño, pero cuando nos acostumbramos resulta de lo más agradable, aunque nos cuesta creer que éste sea un motivo de compra para nadie. El entorno es elegante y muy elaborado en cuanto a calidades, con unos acabados sobrios que transmiten calidad y buen gusto y detalles tan cuidados como unas tiras de led que recorren el techo longitudinalmente. En materia de habitabilidad, las cotas son ligeramente menores que las del Cactus –excepto la altura–, aunque también permiten albergar a cuatro ocupantes sin ningún problema y con un maletero muy similar.

Serio y elegante

Exteriormente su imagen es ahora más elegante y contundente, un detalle indispensable para los crossover de pequeño tamaño. El acabado Allure de esta comparativa cuenta también con la ruleta Grip Control –las misma del Citroën– que en colaboración con unos neumáticos que obligatoriamente deben ser M+S –mud and snow– nos permite circular sobre superficies deslizantes al poder escoger entre arena, nieve, barro, normal o control de estabilidad desconectado. Esto, unido a que ambas carrocerías están ligeramente sobreelevadas sobre el suelo, nos permitin alguna licencia para transitar sobre pistas o caminos, pero teniendo siempre claro que sus limitaciones son obvias y que no tienen 4x4.

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Las reacciones del Citroën parecen tamizadas por un colador de confort. Todo ocurre de forma suave y predecible. La comodidad es lo primero, y los ocupantes se dan cuenta desde los primeros metros. Las suspensiones aíslan el habitáculo de la carretera de forma excelente, pero al volante no detectamos inclinaciones exageradas ni rebotes en los cambios de apoyo. Sin duda la puesta a punto de la amortiguación es uno de sus puntos fuertes, a lo que hay que añadir un aislamiento acústico bueno. La sensación de seguridad en autopista es alta, y nos invita a exprimir los 100 caballos de su motor turbodiésel por encima de los 160 kilómetros/hora, todo ello sin que la sensación de velocidad sea notable.

La función Grip Control varía el control de tracción para lograr mayor adherencia al circular sobre firmes deslizantes.

En el Peugeot las cosas son diferentes, sin que ello signifique que se perjudique la comodidad. El conductor, gracias en gran medida al minúsculo volante, es mucho más partícipe de la conducción, con un tacto más deportivo que lo hace más ágil y dinámico en carreteras nacionales. Los cambios de apoyo no son un problema, y sólo cuando vamos muy pasados el control de estabilidad pone las cosas en su sitio al instante, algo muy parecido a lo que sucede en el Citroën. Además en ambos casos los controles de estabilidad vuelven a conectarse automáticamente por encima de los 50 kilómetros/hora.

El motor, excepcional

El propulsor que mueve a ambos es un prodigio de aprovechamiento en la zona media del cuentavueltas, es decir entre 1.500 y 3.800 revoluciones, todo ello con unos consumos sencillamente brillantes y una cifra de par que nos permite adelantar sin tener que recurrir al cambio con demasiada frecuencia; una pena que la caja sea de cinco velocidades. Diferencias mínimas en el precio marcan distancia entre dos modelos en los que su estética debería condicionar tu decisión final de compra.

Precio, equipamiento y ficha técnica del Citroën C4 Rip Curl

Precio, equipamiento y ficha técnica del Peugeot 2008 Allure BlueHD

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