A lo largo de sus cien años de vida, Citroën ha logrado sorprendernos en innumerables ocasiones. Desde sus primeras creaciones, la firma de los dos chevrones no ha dejado de innovar, pero nunca lo había hecho de la misma manera que ahora, con el lanzamiento del Citroën AMI. No podemos llamarlo coche, porque no lo es, pero, entonces, ¿de qué se trata?

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Citroën//Car and Driver


Según la legislación actual, es un cuadriciclo ligero y para llevarlo sólo hace falta tener 15 años y el carnet o permiso AM, el equivalente a la antigua licencia de ciclomotor que permitía manejar vehículos de 49 centímetros cúbicos a partir de los 14 años. Va enfocado, por tanto, a un público diferente al habitual de Citroën. De hecho, la marca francesa lo define como un ‘objeto de movilidad’ que está pensado para moverse en ámbitos urbanos, por lo que se suma a las numerosas alternativas que ya existen en casi todas las ciudades europeas, como los patinetes eléctricos, el car sharing, el moto sharing, la bici y, por supuesto, el transporte público. Obviamente, no es fácil plantar cara a tantas formas de desplazamiento, pero el AMI cuenta con varias razones para convencer y convertirse en un habitual del paisaje urbano.

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Lo más interesante para mucha gente es, sin duda, la posibilidad de conducirse con mencionado permiso AM, que puede obtenerse mucho antes de cumplir los 18 y sin hacer exámenes. Gracias a ello, muchos adolescentes podrán ir al instituto o desplazarse por su ciudad con total libertad y de forma sostenible; para otros conductores que no tienen el carnet de conducir B, también es una alternativa más asequible con otros cuadriciclos ligeros cuyo precio de partida se sitúa en el entorno de los 5.000 euros.

Sencillez llevada al extremo

Otra de sus virtudes es la facilidad de manejo. Un volante, dos pedales –acelerador y freno–, tres botones –para avanzar, la marcha atrás y el punto muerto–, la palanca de los intermitentes, que sirve también para activar los limpias y el claxon, y una pequeña pantalla que aporta información sobre la velocidad, la autonomía restante y el kilometraje total. No tiene nada más.

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Gracias a ello, conducirlo es tan sencillo como montar en bici. Se desenvuelve con soltura entre el tráfico, en parte por lo pequeño que es –2,76 metros de largo y 1,50 de ancho–, pero también por su extraordinario diámetro de giro de apenas 7,20 metros, lo que significa que necesita mucho menos espacio parar girar que un coche y, evidentemente, esto es una ventaja enorme a la hora de aparcarlo.

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También acelera bien desde parado y enseguida alcanza su velocidad máxima: 45 kilómetros/hora. Por eso es fácil salir con agilidad de los semáforos, aunque en grandes ciudades, como Madrid, donde es habitual que todos los vehículos circulen por encima de esos 45 km/h en calles como el Paseo de la Castellana, hay que tener más paciencia que con un coche.

Tributo a sus mayores

Luego está el diseño, que puede gustar o no, pero llama la atención porque no existe nada parecido. La carrocería es de plástico y tiene una estructura tubular de acero para resistir pequeños golpes; su diseño es simétrico por delante y por detrás, por lo que la única forma de saber en qué dirección se mueve es mirando las luces, blancas en el frontal y rojas en la zaga. Las puertas son idénticas y por ese motivo se abren de forma inversa, la del lado del conductor es de tipo suicida y la del acompañante se abre de manera convencional.

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Los retrovisores redondos hacen un guiño con su diseño a los del Citroën 2 CV, como las ventanas, que se abren como una bisagra, de la misma manera que en los primeros 2 CV. El exterior siempre es azul, pero se ofrecen cuatro paquetes de color para personalizarlo, así como dos líneas de acabado con vinilos exclusivos. El cliente recibe estos kits de individualización en una caja y se encarga de montarlos él mismo, como si de un Lego se tratara.

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Interior de lo más espartano

Por dentro se aplica la misma filosofía de llevar la sencillez al extremo. Tiene dos asientos con estructura de plástico y un pequeño mullido –no demasiado– en la banqueta y el respaldo; únicamente el del conductor puede regularse longitudinalmente y no están dispuestos de forma paralela, sino uno más adelantado que el otro para que los hombros de los dos ocupantes no se choquen –el habitáculo es muy estrecho–. Todo es de plástico y no hay concesiones al confort; de hecho, ni siquiera tiene un parasol, ni guantera, aunque hay varios lugares para dejar objetos, tanto en el salpicadero, como en los paneles de las puertas, que cuentan con rejillas.

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Delante del acompañante también hay un gancho para colgar bolsas o una mochila, así como un pequeño espacio en el que se puede dejar una maleta. Detrás de los asientos hay otro hueco para dejar algunos bultos. Al lado del volante y justo encima de los tres únicos botones del salpicadero –luces de emergencia, ventilación y calefacción– hay un soporte para conectar el móvil, además de una toma USB para cargarlo. La idea es que el smartphone sirva de sistema de infoentretenimiento y navegador GPS.

Otra de sus principales ventajas es que es eléctrico y se carga enseguida. Bien es verdad que sólo tiene 70 kilómetros de autonomía, pero, en cualquier caso, es una cifra razonable para asumir la mayoría de desplazamientos urbanos de cualquier conductor europeo, tanto si vive en el centro de la ciudad, como en las afueras. Además, solo necesita tres horas para cargar su batería del 0 al 100% en un enchufe convencional.

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¿Cuánto cuesta?

Pero lo más interesante es el precio; a partir del próximo mes de marzo se venderá online –en la web de Citroën y en la de FNAC– desde 6.900 euros y también podrá alquilarse desde 19,99 euros al mes, aportando una cuota inicial de 2.644 euros y con un compromiso de alquiler de 48 meses, como mínimo. Con semejantes tarifas y el resto de alicientes, todo apunta a que esta nueva solución de movilidad funcionará y conseguirá plantar cara al resto de alternativas que dominan las ciudades actualmente. Eso sí, hay que tener muy claro que no es un sustituto de un coche.

A favor: Diseño único. Precio. Facilidad de uso. Posibilidad de conducirse desde los 15 años. Se carga en un enchufe doméstico.
En contra: No es cómodo. Demasiado espartano por dentro. Menos práctico que un coche. Velocidad máxima limitada a 45 km/h.