El segmento de los compactos está en continua evolución como lo demuestran el BMW Serie 1 y el ‘más reciente’ Volvo V40. El primero estrena un completo restyling que incluye un aumento en sus cotas –es 8,5 centímetros más largo que el de la generación anterior y también presenta mayor distancia entre ejes y anchura de vías–. Por su parte el V40 es un modelo completamente nuevo que en nada recuerda al S40, ni a la versión familiar de éste, que tenía la misma denominación.
Aunque ambos están en el mismo segmento, el Volvo es sensiblemente más grande que su rival alemán. El Serie 1 sigue adoleciendo de una habitabilidad limitada, sobre todo en lo que concierne a las plazas traseras. Donde sí se ha ganado espacio es en la capacidad del maletero –30 litros–, hasta el punto de que supera al Volvo en este apartado. En las plazas delanteras estas diferencias se acortan y ambos modelos permiten viajar con bastante amplitud.
Desde el punto de vista estético las dos propuestas difieren. Durante la jornada de pruebas, el V40 ha suscitado muchos comentarios positivos en este apartado. El Serie 1, por su parte, resulta más convencional y conocido.
En el interior también se aprecian desigualdades importantes. En el alemán en seguida nos integramos en un puesto de conducción genuinamente BMW. La posición al volante es más baja y la multitud de reglajes de los asientos –incluyen hasta ajuste en anchura– hacen que rápidamente nos sintamos perfectamente adaptados. Es una posición con tintes deportivos aunque el espacio es más justo que en su rival.
Túnel de transmisión
En cuanto a las plazas traseras, el BMW se ve penalizado por el gran túnel central de la transmisión, que afecta a la habitabilidad de la zona central, ya que no hay donde colocar las piernas. En el Volvo este problema es menos acuciante, aunque la anchura también es limitada. El hueco para las piernas y la altura disponible son correctas para una talla media –1,75 metros–.
Estos dos rivales ofrecen una gama de mecánicas que incluyen versiones turbodiésel de última generación. En este caso proporcionan cifras de potencia suficientes para disfrutar de la conducción, todo ello con unos consumos efectivos en torno a cinco litros de media, cifras bastante buenas si tenemos en cuenta el potencial prestacional que ofrecen. Efectivamente, tanto el 118d como el D3 permiten acometer grandes viajes con total comodidad y solvencia o, incluso, aventurarse a practicar una conducción más deportiva.
Caminos diferentes
En este último caso, la diferencia entre ambas opciones queda patente desde el primer momento. El BMW tiene una configuración diferente –motor delantero/propulsión trasera– contra la más convencional del V40 y la mayoría de sus rivales.
Al volante esto se traduce en un comportamiento más vivo de reacciones del modelo alemán, que además también cuenta –en opción– con una caja aumotática Steptronic de ocho velocidades. Curiosamente carece de levas, pero incluye una posición deportiva, que ofrece rápidos cambios y reducciones de marcha que permiten aprovechar la potencia del propulsor. El tacto de la dirección –más directa que en el sueco– y unas suspensiones bien taradas facilitan practicar una conducción rápida, aunque si forzamos el ritmo se producen algunas reacciones violentas achacables a su configuración. Afortunadamente el efectivo y bien puesto a punto control de estabilidad –que tiene tres posiciones– facilita mucho las cosas y neutraliza sin contemplaciones las respuestas ‘parásitas’ que se presentan cuando forzamos en exceso el ritmo.
Esta diferencia de ‘personalidad’ se muestra también en una conducción menos exigente, pues el V40 aporta un enfoque menos deportivo y por ello más cómodo. Está mejor aislado y permite recorrer más kilómetros con menos cansancio que el extremadamente nervioso Serie 1. En definitiva, dos opciones bien diferenciadas que buscan hueco en el competido segmento de los compactos.
