Sólo los matadores de mayor fama y prestigio son reconocidos en el argot taurino como 'primeros espadas'. Su mera presencia da valor a los carteles más recordados, atrae al público como un imán, dispara el precio de las entradas. Sin duda, el espectáculo es mayúsculo cuanto mayor prestigio atesoran sus protagonistas y por eso no hemos dudado en reunir a estos dos deportivos en una comparativa con sabor a final. Audi R8 y Mercedes-AMG GT representan lo mejor de dos mundos, pero al término de la faena sólo habrá un triunfador.

Por un lado tenemos a un aspirante a todo, la última perla de la cantera de Affalterbach. Discípulo del SLS, este AMG GT ha entrenado duro hasta moldear su figura y rebajar su peso gracias a sus puertas convencionales –atrás quedaron las 'alas de gaviota'– pero, sobre todo a su nueva mecánica V8 biturbo, de sólo 4.0 litros de cilindrada. Enfrente, un R8 más reconocible pero igualmente preparado, esconde tras su diseño continuista numerosos avances técnicos, incluidos los que afectan a su V10 atomosférico central y a su tracción quattro. Esta tarde no tendremos toros, pero sí a dos primeros espadas dispuestos a saltar al ruedo con nada menos que 1.120 caballos de potencia.

Desde los compases iniciales nuestros dos protagonistas demuestran una estrecha competencia. Ambos resultan poderosamente atractivos al primer vistazo y nos cuesta decidir por uno de ellos para iniciar nuestro recorrido de pruebas que, como no podía ser de otra manera, hoy tiene como destino final el madrileño circuito de el Jarama. Basta con contemplarlos frente a frente para caer en la cuenta de que cualquier carretera se les quedará pequeña.

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No dejan ni un centímetro de ancho sin cubrir en nuestras plazas de garaje, son extremadamente 'gordos' pero también alargados y sobre todo bajitos, especialmente el Audi de modo que decidimos subirnos primero al Mercedes por pura comodidad. Error. El asiento queda a una altura más apropiada, sí, pero resulta bastante estrecho y la enorme consola central nos deja totalmente encajados, con el margen de maniobra justo para alcanzar el selector del cambio y meter la directa. Menos mal que es automático y se maneja desde las levas del volante –pensamos– pero lo cierto es que éste no es el único mando que nos queda lejos en este enorme display central que deja al copiloto el control del equipo multimedia, el ajuste de la suspensión o el sonido del escape. Todo lo contrario sucede en el R8 que prescinde hasta de la pantalla central para concederle todo el protagonismo al conductor. Desde un volante con 14 botones integrados podemos modificar cualquier parámetro de la electrónica, la mecánica o el equipo de infoentretenimiento. Sólo echamos en falta las instrucciones por radio del ingeniero para saber qué hacer.

Aunque es algo más elevado, el puesto de conducción del GT no resulta más cómodo. El asiento es más estrecho y la consola central nos deja 'encerrados'.

Bromas aparte, lo cierto es que estos modernos deportivos nos abruman con su excelsa carga tecnológica y durante los primeros kilómetros nos impiden centrarnos en la conducción mientras alucinamos con sus sofisticados navegadores, conectamos nuestros smartphones por bluetooth o probamos sus controles táctiles y por voz. Nunca está demás disfrutar de todos estos avances, pero cuando la carretera comienza a torcerse pasan enseguida al segundo plano. Entonces bajamos un par de marchas, afinamos el oído para deleitarnos con la melodía de ambas mecánicas y se nos eriza el bello. Llega el momento de pasar a la acción.

CAMBIO DE TERCIO

Con el V8 de 510 caballos bramando por encima de las 4.500 vueltas, en el AMG GT nos sentimos todopoderosos. Su sonido resulta más grave que el del V10 de su rival y basta con acariciar el acelerador para disparar los decibelios y ‘tumbar’ la aguja del velocímetro. Es instantáneo, el turbo se deja notar mezclando su silbido con el rugido de un propulsor que empuja también a medio y bajo régimen, pero que en esta zona del cuentavueltas se muestra especialmente vigoroso. A plena carga, apreciamos incluso cómo el alargado morro donde viaja este bloque se levanta ligeramente, mientras nuestro cuerpo se hunde en el asiento y la sonrisa se dibuja en nuestro rostro. Sin duda, el 4.0 twin-turbo es la mejor arma que podía tener este Mercedes y su transmisión automática de doble embrague y siete marchas es el complemento que necesitaba. Las transiciones resultan rápidas y precisas, de modo que el eje trasero recibe todo el potencial que deseamos en cada momento. Eso sí, a velocidades de vértigo, las curvas se suceden con premura y al volante se nos acumula el trabajo.

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Con este carácter absolutamente indómito, se hace imprescindible la intervención de las ayudas electrónicas, especialmente cuando abusamos del gas a las salidas de los giros más cerrados, algo que resulta inevitable en la mayoría de las ocasiones. Apreciamos así al control de tracción, que interfiere con finura para corregir los sobrevirajes, pero gracias al escrupuloso tacto de la dirección y a la facilidad del tren delantero para entrar en las curvas, no perdemos ni confianza ni velocidad. Al término del tramo nos bajamos encantados de un deportivo ágil y emocional, provisto de un motor 'redondo'.

No obstante, antes de seleccionar la posición de parking en el cambio, apreciamos a nuestro lado el Audi. No nos sorprende, con 100 caballos más de potencia y 15 kilos menos de peso, no esperábamos otra cosa del 'huracán de Ingolstadt' que a estas alturas, ya estábamos deseando conducir. De camino al circuito nos acoplamos con naturalidad a un puesto de conducción más bajo, pero también más espacioso y ergonómico de modo que un puñado de kilómetros después sentíamos que este R8 nos encajaba como un guante y no creemos que te pueda pasar nada mejor cuando vas con un deportivo de 610 caballos.

LA HORA DE LA VERDAD

El último tramo de carretera fue fugaz pero nos sirvió para disfrutar de un V10 atmosférico de los que podemos considerar ‘en peligro de extinción’. Pide ir alto de vueltas y ruge a nuestra espalda disparándonos la adrenalina, pues genera en el habitáculo una atmósfera de deportividad única. Es un propulsor de órdago pero gracias a la tracción integral, al bajo centro de gravedad y al equilibrado reparto de pesos, el R8 digiere su potencia como si nada, dándonos la impresión de ir sobre raíles en algunos de los tramos de rally más revirados de la región. Para ser justos, el Mercedes aguantó el ritmo de su oponente en esta parte de la prueba y sólo la pista fue capaz de evidenciar las diferencias que se intuían ya entonces.

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Al volante del GT necesitábamos frenar con mayor antelación, hilar las trazadas con delicadeza y prevenir las continuas reacciones del tren trasero mientras que para colmo, las rectas de El Jarama se nos hacían demasiado cortas como para aprovechar más el empuje del V8 biturbo, más lleno a bajo régimen. Por su parte, el Audi no bajó el nivel, mostrándose neutro incluso cuando sus cuatro ruedas perdían tracción. Ya saben lo que dicen, en las grandes plazas se ven a los grandes maestros.

- Prestaciones, precio y equipamiento del Audi R8 V10 Plus

- Prestaciones, precio y equipamiento del Mercedes-AMG GT S

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