El Gran Premio de Azerbaiyán era una cita señalada a fuego en el calendario de Fernando Alonso. Si algo ha demostrado el trazado urbano de Bakú en su corta historia es que acostumbra a dar carreras totalmente impredecibles, como se puede observar por los podios conseguidos por Sergio Pérez o Lance Stroll.

Aunque la configuración, con interminables rectas, no es la que más conviene al MCL33, Fernando Alonso confiaba en poder sacar rédito de lo que pudiera ocurrir en carrera. Acostumbrado a salidas donde gana posiciones, consciente de la dificultad y estrechez del circuito, Fernando se lo tomó con calma.

Se emparejó con Sergey Sirotkin, que acababa de tener un contacto con Sergio Pérez en la frenada, y confiaba en pasar al ruso por el interior. Con lo que no contaba Fernando Alonso era con que Sergey Sirotkin se iba a abalanzar sobre su vehículo. El ruso no lo hizo por aburrimiento, sino arrinconado por una cuestionable maniobra de Nico Hulkenberg que los comisarios descartaron investigar y por la que tocó al Williams mandándolo directamente contra el McLaren. El primero abandonó directamente, mientras el segundo llegaba maltrecho a boxes. El alemán de Renault por su parte se colocaba tras los Red Bull tras haber salido muy retrasado. Su temeraria maniobra le salía muy bien.

Un capítulo aparte merecería el cómo Fernando Alonso logró llegar a boxes. No solo había pinchado el neumático delantero derecho, sino que el trasero derecho también acabó perdiendo la banda de rodadura, perdiendo todo el apoyo del lado derecho. Se hace difícil imaginar cómo Fernando pudo tomar algunas curvas, pero si se vio que entró a boxes prácticamente apoyándose en la pared, y lijando su fondo plano.

Todo indicaba una retirada de Alonso, pues pocos coches que llegan en estas condiciones no tienen daños irreversibles. Pero Alonso decidió continuar, y lo hizo a pesar de que desde boxes le indicaban que había daños severos en el fondo plano. Lo hizo convencido de que en esta carrera todo puede pasar y que de ahí no le sacaban mientras el coche funcionase.

El coche de seguridad le permitió atrapar al pelotón y no perder vuelta. Tocaba empezar una carrera desde el fondo con la salvedad de hacerlo con un vehículo dañado. Y no le importó. Poco más tarde comenzó a subir posiciones, llegando hasta Stoffel Vandoorne y adelantándolo.

Mediada la carrera, con Sainz escapándose y sin poder recortarle a los Haas, parecía improbable que Fernando pudiera sumar puntos. Pero acabó apareciendo un coche de seguridad. Con neumáticos nuevos, y aprovechando los abandonos, Alonso se metía de lleno en la lucha por los puntos.

De hecho, el propio piloto metía prisa a Charlie Whiting asegurando que la pista estaba limpia. Actitud contraria a la de Vettel, que enumeraba todos los trozos de fibra de carbono que veía por la pista. El accidente de Grosjean frenó el ímpetu del piloto español, que tendría que aguardar unas cuantas vueltas más tras el coche de seguridad.

Alonso inició una lucha con un mal compañero de viaje, el Williams con su motor mercedes. Se pasaron y repasaron una y otra vez hasta que apareció la bandera a cuadros, lamentándose Fernando de que se le escapase Charles Leclerc con el que se llegó a emparejar, pero satisfecho de haber podido con Lance Stroll.

Fernando Alonso, el del coche con dos ruedas pinchadas y girando apoyado sobre el fondo plano, cruzaba línea de meta en séptima posición, sumando nuevos puntos en el casillero y siendo uno de los únicos tres pilotos que ha puntuado en las cuatro carreras de la temporada, junto a Hamilton y Vettel.

El de McLaren continúa sexto en la clasificación, sorprendiendo a un paddock al que le cuesta explicarse los 28 puntos conseguidos por el piloto español. Muy lejos de los 70 de Hamilton, pero sin duda, sacando petróleo de un vehículo insuficientemente rápido, y dañado.

No es de extrañar, por tanto, que como ocurriese en aquél Gran Premio de Bahréin hace años con Ferrari, donde tuvo que luchar contra una caja de cambios dañada, Fernando declarase que había sido su mejor carrera en Fórmula 1 hasta la fecha. Y es que resulta imposible llevarle la contra al piloto cuando dice que muchos, en su lugar, hubieran aparcado el coche.