Max Verstappen tiene la capacidad de no dejar indiferente a nadie. Los que lo defienden, se muestran apasionados de él y su pilotaje. Sus detractores, poco menos que piden bandera negra para él en cada Gran Premio.

Lo cierto, es que el piloto neerlandés es un soplo de aire fresco en una Fórmula 1 dónde el grueso de los pilotos tiende a mostrarse conformista, con más miedo a fallar que ambición por ganar, donde predomina el objetivo de llevar el coche a meta por encima de cualquier otro, incluso en pilotos que en teoría deberían luchar por el título del mundo.

En los últimos años es el único que parece ser capaz de romper la monotonía de Ferrari y Mercedes, el único capaz de lograr una victoria cuando nadie apostaba por ella. El de Red Bull, que logró su primera victoria en Fórmula 1 en la que fue su carrera debut con el primer equipo, realmente desde su primera temporada dio señales claras de lo que era capaz de conseguir, pues no hay que olvidar las dos cuartas posiciones que logró en su año de debut a lomos del Toro Rosso.

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Generalmente, se suele ver cuando un Mercedes o un Ferrari tienen opciones de victoria, al igual que Red Bull. Pero el piloto neerlandés se está volviendo especialista en asomar la cabeza cuando nadie contaba con él. La del pasado Gran Premio de Austria es quizás la prueba más clara de ello.

No solo Mercedes y Ferrari se habían mostrado más rápidos durante los entrenamientos libres y clasificación, es que Max se coronó con una salida espantosa que le hizo descender hasta la novena posición. Si en Red Bull albergaban alguna esperanza gracias a partir en esa primera línea, con semejante arrancada se evaporaron hasta las aspiraciones de podio.

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Pero Verstappen no se rindió. Esperó su momento y tiró al máximo, adelantado por el camino a Sebastian Vettel, Valtteri Bottas y Charles Leclerc hasta llevarse una victoria agónica en las últimas vueltas del que ha sido uno de los finales de carrera más intensos de los últimos años.

El neerlandés no solo se ha convertido en el salvavidas de Red Bull, sino que ha conseguido lo que parecía totalmente imposible, que Honda lograra una victoria en esta Fórmula 1 híbrida. No es poca cosa, pues la última carrera ganada por un monoplaza de la casa japonesa se remontaba al Gran Premio de Hungría de 2006, recordado por muchos por unas primeras vueltas excepcionales de Fernando Alonso arruinadas por el apodado ‘tuercas’ de Renault y sobre todo, porque fue el mejor resultado de Pedro de la Rosa en Fórmula 1. Ese segundo puesto del piloto reserva de McLaren solo quedó ensombrecido por la primera victoria del ya retirado Jenson Button, y hasta ayer, la última de Honda.

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No es de estrañar la desmesurada celebración del personal japonés presente en el circuito, con lágrimas en los ojos. No sin gran parte de culpa, Honda ha pasado por muchas penurias en esta etapa híbrida, con una desastrosa unión con McLaren que a punto estuvo de dejar al motorista sin un solo equipo que lo quisiera.

Y no nos engañemos, la unión entre Honda y Red Bull aun no resulta una baza ganadora, sin embargo, con Max Verstappen de por medio, todo es posible, y los japoneses han logrado el triunfo que tanto ansiaban. Eso sí, la diferencia con el resto de motoristas aun existe, y queda mucho trabajo por delante si de verdad quieren optar a conquistar un título.