Cuarta carrera de la temporada. La carrera del casi, pero no. El Gran Premio de Azerbaiyán llegaba con el gran cartel de haber deparado carreras llenas de sobresaltos en el pasado, de ser ese evento donde prácticamente nadie conseguía repetir en la victoria, ni tan siquiera en el podio. Las dos carreras de Fórmula 2, telonera del Gran Circo aquí, vaticinaban una auténtica locura.

Y sin embargo, nada pasó. Una carrera en procesión donde dejando aparte una batalla incial entre los Renault y los Toro Rosso que sí se puede calificar de locura, fue más bien monótona, siempre con la apariencia de que algo estaba por llegar, pero no llegó. Una remontada de Leclerc que se quedó en absolutamente nada. Unos intentos de acercarse tanto de Lewis Hamilton, como de Vettel y Max Verstappen que ni siquiera se pueden considerar tentativas de adelantamiento.

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La primera vuelta ya anticipó que los pilotos habían tomado una actitud diferente. Con lo visto en temporadas anteriores, así como en las mencionadas carreras de Fórmula 2, todos estaban convencidos de que sería una carrera de supervivencia en el que el mero hecho de llegar a meta iba a deparar una suculenta recompensa. Se equivocaron.

Unos primeros giros totalmente limpios a los que acompañaron la habitual calma chicha típica que suelen adoptar pilotos y equipos con la misiva de que ya llegará su momento. Todo encomendado a lo que podría pasar en la que a priori sería la única parada de la carrera mientras en la parte alta Charles Leclerc infundía falsas esperanzas a base de un ritmo demoledor que finalmente solo pudo ser atribuible al buen momento de las primeras vueltas del neumático medio. De apariencia de poder luchar por el podio, adelantando a Verstappen, a hundirse en la clasificación, lejos de todos los rivales. Hasta Gasly le acabó superando en ritmo de carrera hacia el final de su relevo.

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En la zona trasera, se repitió el guion de otras carreras. Unos Haas hundiéndose vuelta a vuelta, unos Toro Rosso algo irregulares, y la promesa de una batalla, este caso entre Racing Point y McLaren, que nunca acabó produciéndose.

Igual que en la parte alta de carrera, donde por momentos Hamilton se pegaba a Bottas para nada. Vettel parecía poder acercarse a Hamilton, pero no. Y donde Verstappen encadenó una larga serie de vueltas rápidas para recortarle cerca de 10 segundos a Sebastian Vettel, pero de nuevo, quedando en nada.

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Ninguna interrupción de la carrera a excepción de un precipitado coche de seguridad virtual, que no era necesario, y que lejos de ayudar al espectáculo, enfrió, nunca mejor dicho, las posibles batallas. Solo Romain Grosjean, un habitual en este sentido, yéndose largo por la escapatoria, así como Daniel Ricciardo, que está más nervioso de la cuenta, cometieron errores de pilotaje, unidos a dos roces con el muro de Norris y Albon que no tuvieron impacto en el devenir de la carrera.

La promesa de ser una carrera de supervivencia dejó una prueba más, con los mismos resultados que en cualquier carrera convencional. Quizás, en próximas ediciones, los pilotos vuelvan a llegar a la conclusión de que sin arriesgar no hay premio y regrese el Gran Premio de Azerbaiyán que todos esperábamos.