Ahora que el mercado de los pick up repunta, con la previsión de que se sumen nuevos integrantes a corto plazo como Renault y Mercedes, entre otros, Mitsubishi lanza la quinta generación del L200, un vehículo que representa el 20% de las ventas de la marca a nivel mundial. Sí, es cierto que parece más un restyling que un modelo nuevo, pero detrás del coche que tenemos entre manos se esconden 28 meses de desarrollo, por lo que existen muchas novedades; la primera de ellas es la impresión visual que el L200 nos genera, puesto que se ha mezclado aires SUV con la característica rudeza del modelo.

La presentación y distribución de mandos, junto con la dirección de tacto suave y un habitáculo bastante aislado de ruidos mecánicos nos trasladan a un ambiente más refinado, como el de cualquier todocamino. Los asientos tienen un mullido blando, son confortables, y comprobamos que en torno al conductor se han añadido conexión USB para enchufar un pen drive con música o para cargar nuestro teléfono, climatizador bizona, pantalla central táctil con cámara de marcha atrás y navegador (las imágenes no se ven muy bien con sol), faros bixenón, arranque sin llave y sistemas como el cambio involuntario de carril o Start&Stop, que se desactivan con presionar sendos botones…

El radio de giro es de 5,9 metros, vital para manejar los 5,20 metros de largo que mide el L200

Sin salir del interior nos sorprenden las plazas traseras en el caso de la carrocería elegida, la Cabina Club (cuatro puertas), que son 20 milímetros más espaciosas, a lo que se añade la posibilidad de que el respaldo de las mismas varíe su inclinación hasta 25º. No olvidemos que detrás se nota la amortiguación de ballestas y todo es poco para hacer más llevaderos los trayectos si bien, en líneas generales, el L200 es mucho más cómodo que su antecesor.

Centrados en el plano más profesional del L200, el volumen de carga de la bañera ha aumentado 1,1 metros cúbicos, es capaz de transportar una tonelada de peso y más de 3.000 kilos de arrastre mientras que el vadeo es de 60 centímetros y los ángulos de ataque, salida y ventral son de 31º, 24º y 26º respectivamente. En lo que respecta a la tracción, es integral y permite elegir entre varias modalidades a través de una ruleta que se encuentra entre los asientos delanteros: propulsión (2H), 4x4 (4H), bloqueo del diferencial central y reductora (4L)… Para saber en qué modalidad circulamos basta con mirar el cuadro de mandos, donde un gráfico con colores verdes nos dice qué tracción llevamos y unas letras la modalidad concreta.

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De los dos motores turbodiésel ofertados, elegimos el 250 DI-D, un cuatro cilindros de 154 caballos y cambio manual de seis relaciones que ha reducido sus emisiones. Con 154 caballos, el par es de 38,7 kilogramos/metro y el consumo homologado es de 6,4 litros a los 100, cifra bastante razonables para esta 'camioneta' que pesa 1.875 kilogramos. En marcha, el L200 se mueve con soltura y el elevado par disponible a bajas vueltas nos permite sortear obstáculos con mucha facilidad, como vimos en la ruta off road que Mitsubishi nos había preparado.

En 2016, Fiat lanzará un pick up basado en este L200

Los precios arrancan en 26.500 euros para el propulsor 150 con cabina simple, importe que sube paulatinamente en función de la cabina y el equipamiento elegidos hasta llegar al tope de gama, el L200 de 181 caballos, disponible únicamente con el acabado Kaiteki (el superior, hasta con cuero en asientos) y caja de cambios automática de cinco velocidades (40.000 euros).

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