Tras la Segunda Guerra Mundial, a finales de la década de los años 40 del siglo pasado, empezaron a surgir en Estados Unidos algunos movimientos artísticos y sociales aplicados al automóvil como la reacción de una población joven que en esos momentos tenía pocos recursos. Así empezaron a surgir los hot rod, coches con bastantes años encima a los que se les hacían importantes modificaciones mecánicas y estéticas para aligerarlos y conseguir unas prestaciones casi “de carreras”.

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Petersen Automotive Museum//Car and Driver

Poco después aparecen los primeros lowriders, como símbolos de la creatividad e identidad cultural latina, coches con la suspensión rebajada de manera exagerada hasta extremos que los hacían casi inconducibles. Fueron principalmente los chicanos, mexicanos residentes en Estados Unidos, los que adoptaron esta seña de personalización de sus coches como un símbolo en algunas comunidades. En un principio estos llamativos coches que casi se arrastraban por el suelo no tuvieron un carácter artístico, como se considera hoy en día, sino que eran una demostración de poder y estatus en algunos círculos. Los lowriders fueron adoptados por el resto de comunidades latinas y se extendieron rápidamente por California, Nueva York y Miami.

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La televisión, clave en su difusión

En los años 70 es cuando se produce la gran explosión de los lowrider, sobre todo con la emisión a partir de 1974 de la serie de televisión “Chico and the man” en la que un Chevrolet Impala de 1964 conocido como “Gypsy Rose” que conducía uno de los protagonistas, se convierte en una inesperada estrella. El llamativo Chevy de color rosa con flores en sus laterales entraba cada semana en millones de hogares y todos querían tener un lowrider como aquel, toda una declaración de intenciones por parte de quien lo conducía. La notoriedad del “Gypsy Rose” es tal que en 2017 se exhibió en el National Mall en Washington DC, el gran parque donde han tenido lugar algunos de los episodios más importantes de la historia de Estados Unidos, y fue el primer lowrider en ser incluido en el Registro Nacional de Vehículos Históricos USA, algo así como los vehículos que son "patrimonio protegido".

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Al mismo tiempo que se desata la fiebre por los lowriders, se empiezan a instalar los primeros sistemas de suspensión hidráulicos que permitían que estos coches rebajados al límite elevaran su carrocería para pasar por zonas algo más complicadas. En otros casos para crear situaciones sorprendentes, como dejar una rueda en el aire o hacer saltar la parte delantera o trasera con unos impresionantes rebotes. Una solución que se llevó a cabo para sortear las limitaciones legales, ya que la popularidad de estos coches hizo que las autoridades limitaran la altura mínima al suelo que se debía conservar.

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Pero los lowriders no eran solo una suspensión rebajada, la decoración formaba parte imprescindible de esta cultura del automóvil y empezaron a surgir los artistas especializados en este tipo de vehículos, algunos de ellos pioneros del gafiti y el arte urbano que en los 80 se convirtió en protagonista. Colores metálicos, chillones, infinidad de cromados, tapicerías coloristas que combinan todo tipo de materiales y, por supuesto, potentes equipos de sonido eran las señas de identidad de estos curiosos vehículos que rodaban casi rozando el suelo.

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Una muestra de esta cultura urbana

El Petersen Museum de Los Ángeles rinde homenaje a esta subcultura del automóvil que ha llegado hasta nuestros días con la exposición "Lowriders and Customs Vault Display". En la muestra el protagonista principal es el “Gipsy Rose”, junto al que pueden verse otros Chevrolet de la época, principalmente Impala, los más utilizados por los amantes de los lowriders. Otro famoso lowrider es el Chevrolet Impala de 1963 apodado “El Rey” con su elegante decoración de líneas horizontales, una muestra de esta tendencia en los años actuales y otro Impala del 64, “Legacy” en una gama de azules. Otros modelos importantes incluidos en esta selección son el Cadillac Sedanette "CadZZilla" de 1948 construido por Boyd Coddington para Billy Gibbons del grupo musical ZZ Top, en un intimidante color morado. Hay que destacar el innovador Chevrolet El Camino pick-up de 1964 "Blind Faith", propiedad del creador de Hot Wheels, Harry Bradley, con un motor V8 montado en la parte trasera y su pintura en blanco y negro, en dos mitades longitudinales. Los convertibles no pueden faltar en esta tendencia y el espectacular Buick Desabre de 1960 "Lectrified" construido por JH Restorations and Customs, es una buena muestra.

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