El Reino de Mamlakat al-Bahrayn, y "Bahr" significa mar, con solo 1.2 millones de habitantes, es un país insular de la costa oeste del golfo Pérsico, un archipiélago formado por treinta islas, siendo la más extensa Bahréin, solo 570 km2, con unas dimensiones de 55 kilómetros de largo por 18 kilómetros de ancho, la mitad que Palma de Mallorca. Sólo cuatro islas más superan los 10 km2 de superficie y la que celebra las carreras de coches se encuentra unida con la cercana Arabia Saudita por un puente de 26 kilómetros de longitud conocido como "Calzada del Rey Fahd" y en un futuro también lo hará con la península de Catar, que se encuentra al suroeste.

Allí el petróleo brota en abundancia desde 1930, así que su capital Manama es un centro financiero de primer orden en la zona y está lleno de lujosos rascacielos. Aunque por dinero no será, gustan de platos típicos como el Kaboo, el Ghouzi y el Shawarma, es decir y por orden, huevos con pan y té, pollo, huevos, arroz, y pollo o cordero con albóndigas de puré de garbanzos. De cocinarles una buena paella o un bacalao al pil-pil, te hacen hijo adoptivo de la nación, de seguro. Pues a mí, ambos platos me salen bastante aceptables, diría de notable, así que prepararé el instrumental de cocina y el pasaporte por si acaso me llaman. No caerá esa breva, ¡que pena!

La bandera de Bahréin data de tiempos recientes, concretamente del año 2002 y se asemeja mucho a la de su vecina Catar. Es sencilla como el atuendo que lucen sus gentes, aunque predominando el color rojo en más de 2/3 del emblema, algo que representa las creencias religiosas ancestrales. Solo la parte izquierda, el lado del asta, es de color blanco, que significa paz. Separando ambos colores tenemos una franja en forma de sierra de cinco puntas, que simbolizan los pilares del islam. La moneda oficial se llama dinar bahreiní y cada uno de ellos ronda los 2 euros al cambio.

Este preámbulo de inmersión en el somero conocimiento de las tierras que visitaremos este fin de semana sirve de introducción al habitual repaso a los "sucedidos" de esta corta semana entre dos grandes premios. Sin dejarnos apenas descanso, el canadiense Villeneuve, Jack para los amigos, soltó esto de golpe: "Alonso quiere destrozar a Raikkonen". Vale, me dejo lo de "psicológicamente", pero creo que, en su fuero interno, el hijo de Gilles lo pensaba así, maliciosamente, los de psicológicamente fue un añadido de pomada. El de Saint-Jean-sur-Richelieu siempre tipo competitivo y hasta viperino. Luego ya explicándose mejor, dijo que Alonso quiere superar al finlandés siempre, en la pista, en entrenos, en carrera, en reposo y de paso, lograr que el equipo le dé arrumacos, le colme de ternura, le arrope con mimo a él antes que al hombre de hielo, pues "Iceman" nunca tiene frío. ¿Más pomada? ¿De verdad?

Dice el dicho castellano, "ladran, luego cabalgan". Y es que desde el equipo de la bebida energética, llevan dando unos cuantos alaridos fuertes con respecto a la legalidad y precisión de las medidas de sus caudalímetros. Pero como la realidad suele ser tozuda, de nuevo en los libres 1 y 2 de Malasia se detectaron anomalías en los consumos de los dos coches de Red Bull. Así que de mala gana, poniendo cara rancia y apochada, Red Bull optó, tras cambiar tales aparatejos, sensores de flujo también los llaman, por aceptar los consejos de la FIA y restringir su consumo a lo que estos indiucaban yas que son los mismos, iguales, que montan el resto de los equipos de la parrilla.

Siguiendo el palo, H. Marko anda chincha que chincha, dale que te pego a la marca del rombo, a los franceses de Renault, para que les suministre, a Red Bull, no sé si incluye en sus plegarias al "Two Team", unos buenos pero buenos "power unit". Dice que los de ahora "tienen un déficit de 80 CV", e incluso piensa que los que ya tienen, los que se entregan a la pista, son más pencos que caballos de raza. Yo en la piel de los franchutes, daría a este hombre lo que pida e incluso la Luna si es necesario, pues con solo contemplar su semblante, su clásico rictus facial, me aparece en mente una sola palabra: miedo, miedito, terror. Le vienen a uno ganas de cuadrarse con taconazo y todo.

El carioca Felipe Massa volvió a dar la nota, y desde luego no sonó nada bien. Fue del todo carente de ritmo, el mismo que tenía Felipe y su coche en relación a lo visto sobre la pista, comparándolo con el rodar de su compañero, el serio y siempre formal, Valtteri Bottas. Claro está, desde boxes se lo dijeron alto y claro por la radio: "Felipe, Valtteri es más rápido que tú, cambia el mapa motor". Pues a palabras sabias del equipo, oídos sordos, muy sordos. Felipe, versión 3.0 de: "que si quieres gazpacho Catalina". Y como Don Tancredo se quedó, impávido e indolente, obstaculizando de paso un posible sexto puesto del finlandés y de su equipo. Dicen que se han reunido para analizarlo todo y que ya lo tienen claro; después se repartieron unos cuantos "piropos".

El director técnico de la escudería del Cavallino, James Allison, salió al paso para explicar las razones de la ausencia de los coches rojos en la zona delantera, de verlos poco competitivos, nada brillantes, "poquiño lentitos". Solo Alonso parece mantener una mínima llama de esperanza con sus dos cuartas plazas. Según "Aly", nombre de una antigua leche condesada por cierto, trabajan de manera constante, con un programa concreto, de manera adecuada y en el camino correcto. Pues a mí me da que algo falla, que el progreso no es lo suficientemente bueno, no lo es en la dirección oportuna o que quizás los caminantes técnicos tengan los pies bastante planos, al igual que sus ideas. También puede ser que estas estén pegajosas por la leche condensada y no terminen de poder salir. ¡Igual con un buen manguerazo salen!

A rebufo de lo comentado por "il Directtore técnico della Ferrari", el piloto español Fernando Alonso lo volvió a dejar claro, indicó el estado de las cosas, habló con conocimiento de causa, pues va subido en el coche y lo pilota al límite. Así que, siendo muy directo y con un sencillo "es lo que hay", zanjó la cuestión después de lo visto tanto en Australia como luego en Malasia. Y es que con sólo ver a Raikkonen "tarifando" con el sueco Ericsson y su verde Caterham para el puesto 18 en la vuelta 18 del trazado de Sepang, me acordé de aquello que decía, "ojos que no ven, gabardina que te mangan".

Hablando de los Caterham y después de quedar ambos coches por delante del único Marussia superviviente, Chilton, subirán a unos de sus bólidos en los libres 1, al tulipán Robin Frijns, cediéndole su sitio el nipón Kobayashi. El chaval anda "very excited", que traducido vale para excitado y emocionado, que así es el inglés, aunque todos sabemos que no es lo mismo, no. Por su parte Kamui, a solo tres plazas de los puntos en Sepang, se muestra optimista, pues confía en que puedan gozar de fiabilidad y una mejora sustancial en el rendimiento de su monoplaza. Gran tipo este piloto nacido en Hyogo, 1986, y para confirmarlo, que se lo pregunten a Pedro de la Rosa.

Un conclave se define como la reunión de lo más granado, nunca mejor dicho pues visten de ese color y con faldas, de la iglesia católica, para elegir al nuevo inquilino de un minúsculo estado llamado Cuidad del Vaticano. Como perfectamente sabéis, la ciudad estado se encuentra en Roma, Italia, lugar también de circo, este romano, de formidables gladiadores, leones, osos, panteras, arena y sangre, dedos "pa'rriba y pa'bajo". Allí habita desde hace poco tiempo el papa "F1", nombre abreviado del elegido por Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, y es argentino como el gran Juan Manuel Fangio, Carlos Reutemann, Froilán Gonzalez o Gastón Mazzacane, que corrió para "la Minardi". Aclarao esto, sigo.

Pues en tierras islámicas, mejor digo arenas, se ha convocado el "Conclave del Ruido", ¡ruuuuuun ruuuuuun! aunque sin clarines, trompas, trompetas ni timbales. Así que durante estos días y, especialmente el fin de semana de la carrera, habrá múltiples reuniones con un solo propósito; que los Fórmula 1 suenen a coches de carreras, a bestias llenas de potencia, a monoplazas de competición en suma, que "monten bulla" al acelerar ¡coñe!. Aunque lo más seguro es que nos quedemos con las ganas, que no haya un consenso y que, como máximo, se cree una comisión de estudio. Aunque pensándolo bien, este tema del ruido parece que puede afectar al bolsillo de Bernie y, por ende, al de los equipos. Así pues, es más probable que se encuentre una solución aquí, que la medallita de San Formuliano que el niño perdió en la playa. Por mucho que los montones de arena sean casi los mismos. ¡Salve!