Sucesos como el choque del MR03 de Jules Bianchi contra la grúa que retiraba el monoplaza de Adrian Sutil, a pocas vueltas del fin de la carrera en Suzuka, generan muchas preguntas sobre los protocolos de actuación en los casos de accidentes. A veces se nos olvida, y a los pilotos también, que subirse a un F1 entraña un gran riesgo y como ocurría en la época de Ayrton Senna e incluso antes, accidentes así pueden estar a la vuelta de cada curva.

El grave estado en el que se encuentra el piloto francés, que sufre una lesión axonal difusa, tras lo ocurrido el pasado fin de semana durante la carrera en Suzuka, vuelve a hacer saltar las alarmas sobre el tema de la seguridad en la Fórmula 1, una trama enterrada, que aflora desafortunadamente por culpa de situaciones que se dan tras una concatenación de circunstancias. A todos los que ahora pelean por conseguir la superlicencia quizás no se les pase por la cabeza el peligro que supone dedicarse a esto, ya sea unos años o para toda tu carrera, pero la historia de este deporte les puede dar una lección bien diferente.

Pilotos como Sebastian Vettel y Kimi Raikkonen, y no son los únicos, asumen las consecuencias de conducir un monoplaza del Gran Circo, de no ser así no se subirían a estos coches cada fin de semana. Pero lo que desconocemos es si en los esquemas del galo, al que le sobrevino el desgraciado suceso de este domingo, entraba que un incidente así tuviese cabida hoy en día.

Mientras la prensa, imparable, busca culpables, los aficionados señalan a la organización japonesa y a los responsables de carrera de no sacar el coche de seguridad en el momento adecuado. Todo podría haber quedado simplemente en un susto. Además, siempre está el que recuerda e insiste en recalcar que no se aprendió de lo ocurrido, hace dos años, en el accidente de María de Villota durante unos entrenamientos con el mismo equipo de Jules Bianchi, Marussia. El vehículo que estaba probando la madrileña se aceleró y chocó contra la rampa desplegada de un camión. Nadie se explicaba la presencia de tal máquina en la pista, como tampoco puede justificar el circuito de Suzuka por qué había una grúa trabajando si no se habían tomado antes las precauciones adecuadas.

"Cuando un piloto de carreras se sube a un coche no siente miedo. No es porque estemos locos, sino porque se trabaja minuciosamente en el detalle, en el control, en la seguridad. Sientes que está en tu mano. Ese día no lo estuvo", relata De Villota sobre su accidente en “La vida es un regalo”, el libro que la piloto pudo escribir tras la tragedia y que se publicó tras su muerte, el pasado 11 de octubre de 2013.

Sí que es verdad que la historia demuestra que, tras la muerte de Ayrton Senna en 1994, la seguridad mejoró y existen hasta pilotos que debutando a principios de siglo se sentían con el valor de quitarle algo de riesgo al deporte. "No creo que los números demuestren que es peligroso", así lo describía el ex piloto británico, Allan McNish, que insistía en que el fallecimiento del brasileño en la pista "le recordó a todo el mundo que le podría pasar a cualquiera".

El propio McNish comenzó su andadura en la F1 en 2002, un deporte que, para él, la clave es "empujar e ir al límite". En su año como rookie de la F1 tuvo el peor accidente de su carrera automovilística, curiosamente en el mismo escenario que Bianchi, en el circuito de Suzuka, concretamente en la curva 130R, en la que por aquel entonces se alcanzaban los 260 kilómetros por hora. La clave tanto antes como ahora, de acuerdo con el historiador estadounidense del Centro Internacional de Investigación de Carreras de Motor de Watkins Glen, Bill Green, se encuentra en que "la mayoría de pilotos ignoran la muerte como parte de la ecuación".

Con cada experiencia está claro que la categoría reina ha avanzado. Pero es cierto que tras lo ocurrido con Jules, se hace imposible no acordarse de De Villota, de cuya muerte se cumple un año esta misma semana o de la tragedia de Senna, que dejó atónito al mundo del motor. Ahora sólo se espera que el francés no corra la misma suerte y que la F1 aprenda pero sin cobrarse víctimas.

¡Forza Jules!