El GP de Hungría ya está a la vuelta de la esquina y todo el mundo de la Fórmula 1 tiene en su mente al reciente y trágicamente fallecido Jules Bianchi. Antes de anuncio oficial de la FIA me aventuro a decir que el circuito de Hungaroring se verá plagado de homenajes al piloto franco-italiano (minuto de silencio, pegatinas en cascos, discursos políticamente correctos…), lo cual restará importancia al espectáculo en sí.

No es que esté mal, dado que Jules era un piloto, aparentemente, muy querido por todos en el Gran Circo (y en categorías inferiores también), pero por miedo a que vuelva a suceder un accidente como el suyo en Suzuka 2014, es previsible que la FIA vaya a intensificar las medidas de seguridad, a diferencia de los intereses de pilotos como Kimi Raikkonen.

Y es que el finés de Ferrari pocas veces habla, pero cuando habla, se vacía. Y realmente las declaraciones anteriormente citadas de Iceman son bastante acorde a la idea de lo que la Fórmula 1 es (o era). Sin el riesgo y la adrenalina, la Fórmula 1 no existiría. Tener más riesgo y conducir al límite sí que significa aumentar el riesgo de que ocurran accidentes (no como el de Jules, que fue un cúmulo de pésima suerte), pero sí otros como el de Ayrton Senna o el de Roland Ratzenberger o el de Elio de Angelis, así como les ocurrió a Riccardo Paletti, Gilles Villeneuve, Patrick Depailler, Roonie Peterson, Tom Pryce, Mark Donohue, Helmuth Koinigg, Peter Revson, François Cevert, Jochen Rindt, Piers Courage, Gerhard Mitter, Jo Schlesser, Mike Spence, Bob Anderson, Lorenzo Bandini, John Taylor, Carel Godin de Beaufort, Wolfgang von Trips, Giulio Cabianca, Alan Stacey, Chris Bristow, Ivor Bueb, Bob Cortner, Jerry Unser, Stuart Lewis-Evans, Peter Collins, Luigi Musso, Pat O’Connor, Keith Andrews, Eugenio Castelloti, Alberto Ascari, Bill Vukovich, Manny Ayulo, Onofre Marimón, Carl Scarborough o Chet Miller (cronológicamente ordenados).

En ningún momento la idea es matar pilotos, evidentemente, pero sacrificar un poco la extrema seguridad en favor del espectáculo, la adrenalina y la pasión por la máxima expresión del automovilismo al límite, quizá vale la pena. Cuando accidentes fuertes ocurren y el piloto sale intacto (Max Verstappen en Mónaco 2015, Fernando Alonso en Abu Dhabi 2013, Felipe Massa y Sergio Pérez en Canadá 2014…) realmente se agradece la seguridad, pero todos los extremos son malos.

El punto es que por mucha pena que nos dé –o algunos simulen que les dé- el fallecimiento de Bianchi, no hay que revolucionar la seguridad en Fórmula 1, sino al revés.

UN GP DE HUNGRÍA OSCURECIDO

Sin tener que ver con la fama de aburrido que el GP de Hungría tiene, este próximo fin de semana tiene pinta que será uno de los más decepcionantes del calendario, más por la situación general que por el circuito de Hungaroring, que también.

El trazado húngaro debe ser espectacular para conducir, y s seguidilla de curvas es muy bonita para una crono. Pero vendría a ser como una etapa de rally: muy bonita para disputar, muy aburrida para ver entera. ¿Qué duda cabe de que la falta de adelantamientos será un factor?

Eso, claro está, a menos que la lluvia juegue su papel, lo cual –naturalmente- alteraría todo el protocolo previsible. Y es que la lluvia sí que se espera sobre la mañana-mediodía del próximo domingo en Budapest.

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Pero el GP quedará opacado porque por muchos –no- adelantamientos o cambios climáticos que haya, ya se puede predecir el podio. La prueba quedó vigente en el pasado GP de Gran Bretaña.

A esto cabe sumarle que llevamos 3 semanas sin Fórmula 1, lo cual nota un aficionado de F1, y subconscientemente se espera que el próximo GP haya emoción suficiente como para justificar la espera de 3 semanas. ¿La habrá? Complicado.

La culpa de estas tres largas semanas la tiene la suspensión de última hora del GP de Alemania por falta de dinero tanto en Nürburgring como en Hockeinheimring. No deja de ser muy irónico que Alemania no tenga dinero suficiente, aunque si querían ironía salieron los dirigentes del circuito de Hockenheim para decir que esperan un GP en 2016 en su circuito lleno de gente, después del patético que protagonizaron en 2014. En fin…

Así que en resumen, se espera un GP de Hungría con la poca emoción a la que nos tiene acostumbrados, con un resultado al que llevamos acostumbrados hace 16 meses, con un homenaje a Jules que sacará el foco de atención a la competición y mezclado con una ansía de ver carreras de los aficionados.

No soy matemático, pero esa ecuación no puede salir demasiado bien. Claro está, a menos que me haya dejado alguna variable imprevista por tener en cuenta…