Las primeras gotas de lluvia comenzaban a escaparse mientras los responsables de Porsche terminaban de rellenar la pertinente autorización de pruebas. Con un ojo puesto en el cielo y otro en mis compañeros, que aguardaban dentro del nuevo Audi TT, firmé rápidamente, sin mirar. La tarde no estaba para demasiados alardes y las ganas de volver a conducir un deportivo de primer nivel como el Porsche Cayman se entremezclaban con la responsabilidad de hacerlo en estas circunstancias y frente al Audi más avanzado del momento. A éste lo tenía más fresco, pues pude exprimirlo bien en el circuito de Ascari y alrededores –número 229– y había recuperado sensaciones en los últimos días. En cambio, con el Porsche no sucedía lo mismo y no tardé en descubrirlo cuando me vi tratando de insertar la llave en el lado derecho. Error, los de Stuttgart son amantes de las buenas costumbres y mantienen esta ranura a la izquierda en todos sus modelos, herencia directa de la competición.

ASUNTOS INTERNOS

No habíamos comenzado con buen pie, cierto, pero la anécdota nos llevó a pensar en los proyectos de motorsport que mantienen ambas marcas y que las han enfrentado más que nunca. Especialmente duro fue Le Mans 2014 y es que cuando Porsche anunció su regreso a esta prueba, muchos recomendaron a Audi que abandonara antes de medirse con la firma racing por excelencia del grupo Volkswagen. Se equivocaron entonces, sí y seguramente lo estén haciendo ahora también, leyendo esta comparativa desde el convencimiento de que el TT no tiene nada que hacer.

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La marca siempre pesa, tiene una importancia vital a nivel de imagen y en este caso éramos conscientes de que habíamos ganado estatus al cambiar de asiento. No sólo eso, es verdad, también viajábamos en una posición más deportiva, con el asiento bajo, el volante y el pomo del cambio más cerca y con un motor bóxer rugiendo justo a nuestra espalda. La potencia de éste era claramente superior a la del 2.0 TFSI del Audi, pero lo cierto es que en nuestra ascensión hacia la serranía madrileña no conseguíamos despegárnoslo.

No era casualidad, si presume de algo el Audi es de tecnología y por cierto, buena parte de ella importada de la competición. Llegando a nuestro destino no nos sorprendió encontrarnos con un consumo de combustible menor en éste y es que a pesar de montar un propulsor turbo, tracción integral y cambio automático, su arquitectura ligera le permite frenar la báscula en 1.410 kilos por los 1.435 de su refinado contrincante. Lo mismo sucede en otro apartado esencial en las carreras, la aerodinámica porque por increíble que parezca, el TT canaliza mejor el aire a pesar de ser notablemente más alto. Ni siquiera sus enormes llantas opcionales de 20 pulgadas –3.040 euros– lograron disparar el gasto por encima de los 8,5 litros mientras que el Porsche rondaba los 9,5 a una velocidad razonable. La clave es que el bóxer pide ir alto de vueltas, no encuentra su punto álgido hasta las 4.500 mientras que el cuatro cilindros está mucho más lleno a medio y bajo régimen.

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El Cayman necesita más curvas y más ritmo para imponerse. Fue cuando exigimos más a las mecánicas, cuando aprovechamos su bajísimo centro de gravedad y un reparto de masas equilibrado –46/54– para distanciar a nuestro oponente. Además, en el Porsche la dirección es más directa y la suspensión nos permite reconocer cada cambio de asfalto. El Audi no transmite menor confianza, es suficientemente preciso y reacciona con nobleza, pero nos encontramos antes con sus límites, lastrado también por sus unos neumáticos demasiado anchos que no se llevaban precisamente bien con el asfalto mojado. Sólo el rapidísimo Haldex 5 era capaz de corregir su tendencia natural a subvirar, enviando más par al tren posterior que al delantero para mantener el tipo, pero el Cayman seguía cobrando distancia.

Al volante de éste, sólo teníamos que encargarnos de administrar bien la potencia a la salida de las curvas, algo sencillo con su seis cilindros atmosférico, mientras el bastidor hacía el resto, pegándose a la trazada deseada con una eficacia sobresaliente.

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Finalmente el Porsche se imponía, sí, pero dejándonos una sensación contradictoria. Habíamos tenido que emplearnos a fondo para conseguir una ventaja más bien discreta entre dos modelos separados por más de 14.000 euros en su precio, una cantidad suficiente para adquirir un segundo coche necesario en todo caso. Para colmo, regresábamos a casa en un TT mejor insonorizado y más cómodo de suspensiones que nos había permitido dejar el abrigo en la parte trasera o conectar nuestro smartphone vía Bluetooth con suma facilidad.

Una serie de comodidades a las que renunciarás en el Porsche a cambio de presumir de un deportivo de mayor nivel, firmado por una marca ganadora, con una dilatada tradición en las carreras, eso sí, no se te ocurra mencionar Le Mans.

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