Entre los equipos opcionales y en muchos casos en la serie de los automóviles, el regulador automático de la velocidad ya se ha hecho un hueco ineludible. La facilidad que aporta para mantener un crucero estable y la garantía de no sobrepasar los límites legales de velocidad, han propiciado que los conductores utilicen en sus viajes este mecanismo cada día más extendido.

Pero como cada vez que se libera al conductor de una función, éste pierde al cabo de un tiempo parte de la concentración necesaria para controlar el vehículo. Aunque es un efecto previsible, ahora lo ha demostrado con pruebas científicas un estudio realizado por el departamento de investigaciones neurocognitivas de la Universidad de Estrasburgo y que han sido financiadas por Vinci, la empresa concesionaria de las autopistas francesas.

El creciente número de accidentes debidos a despistes y adormecimientos han sido ratificados por este trabajo. Para ello, se ha tomado una muestra de 90 conductores y se ha reproducido con ellos en un simulador un recorrido predeterminado por autopista. De ellos, 30 llevaban conectado el control de crucero, 30 el limitador de velocidad y los 30 restantes no llevaban asistencia electrónica en la conducción de ningún tipo.

Los resultados del estudio no pueden ser más elocuentes. Al cabo de una hora de conducción, los episodios de somnolencia aumentaron respecto a los conductores que controlaban directamente el acelerador un 25% en los que utilizaban el regulador de velocidad de crucero y un 16% en los que se asistían del limitador de velocidad, establecido en 130 kilómetros por hora. Los efectos en los reflejos son dramáticos, pues el tiempo de reacción se alargaba un segundo entre los conductores que llevaban conectado el regulador de velocidad, lo que supone casi 50 metros más de distancia de detención a dicha velocidad de 130 kilómetros por hora.

Y no solamente los reflejos en la frenada se ven perjudicados, el mantenimiento de la trayectoria correcta también ya que los conductores que utilizaban el regulador realizaron un 25% menos correcciones con el volante y las hicieron mediante movimientos de dirección más bruscos y amplios (Un 22% mayores con el limitador y un 33% con el regulador).

La conclusión de todo ello es que el conductor se despreocupa, ayudado por los automatismos y por el cada vez más extendido radar de proximidad.

La represión policial sobre la velocidad crea por su parte un círculo vicioso que hace que los conductores recurran cada vez más a estos mecanismos para no ser sancionados. Los responsables del estudio recomiendan no abusar sistemáticamente de estos reguladores y desactivarlos en tramos con tráfico denso o en zonas con posibles obstáculos como los peajes o las obras. Asimismo aconsejan en trayectos largos prevenir las pérdidas de atención en la conducción provocadas por su utilización, aumentando las paradas y así la frecuencia de las recuperaciones frente al sueño.