A principios de los años 60 un surfista californiano llamado Bruce Meyers tuvo la ocurrencia de colocar sobre el chasis de un escarabajo una sugerente carrocería abierta, con forma de bañera, realizada en fibra de vidrio para realizar un coche que se inspiraba en la filosofía de vida de California. El éxito fue inmediato y creó la primera marca de buggys, Meyers Manx. Los pedidos se le acumulaban pero una vez más fue el cine el que dio la popularidad a este invento que ahora, seis décadas después, sigue despertando la misma admiración y sensación de libertad que cuando fue creado.

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Car and Driver

Cuando los productores de la película “The Thomas Crown Affair” de 1968, protagonizada por Steve Moqueen y Faye Dunaway, eligieron los vehículos que Crown debía conducir en el largometraje, decidieron que serían un Rolls Royce Silver Shadow Coupé de 1967 y un Jeep, pero McQueen había visto al Meyers Manx original volando por el aire en la portada de un número de la revista Hot Rod de 1966 y pensó que aquel artefacto playero era más del estilo de su personaje, Thomas Crown. El propio McQueen se implicó en la personalización y transformación tanto estética como mecánica del bugy original, para convertirlo en una pieza única.

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Bonhams//Car and Driver

Todos estos trabajos fueron realizados por el especialista en transformaciones de vehículos Con-Ferr, de Burbank, California. En lugar del habitual cuatro cilindros de Volkswagen Con-Ferr lo potenció con un motor Chevrolet Corvair Flat-Six de 2.7 litros. En un artículo de la época sobre el rodaje de la película, Moqueen hablaba entusiasmado sobre la historia de este buggy único con el que demostró una vez más su pasión por los coches: “Crown vive en la playa y tiene un buggy de arena. Yo ayudé a diseñarlo, así que estoy un poco orgulloso de eso”. El resultado eran 230 caballos para un peso de poco más de 500 kilogramos.

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Bonhams//Car and Driver

La carrocería de color naranja brillante se modificó en varios puntos, incluyendo la instalación de un pequeño parabrisas envolvente inspirado en una lancha rápida, faros empotrados debajo de las cubiertas de plástico y un portaequipajes de tela en la parte posterior. Como la mayoría de los Manx, el buggy Crown empleó una suspensión trasera con brazo oscilante y una transmisión VW de cuatro velocidades. McQueen le pidió al especialista Tony Nancy que realizara unos asientos personalizados y los adornos interiores, produciendo probablemente el interior más bonito jamás instalado en un buggy. Otro elemento curioso que se le añadió a este buggy fue un par de palancas de freno de mano que permitían a McQueen bloquear alternativamente cualquiera de las ruedas traseras para realiza derrapajes y piruetas de todo tipo en la arena.

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La aparición del buggy personalizado en la película es uno de los momentos más destacados del rodaje, una escena de varios minutos, con Crown al volante y la investigadora de seguros Anderson saltando por las dunas. McQueen condujo durante toda la escena, por supuesto sin dobles, con Faye Dunaway en el asiento del pasajero. La escena es una joya y demostró aún más la habilidad al volante de conducción de McQueen. Parte de esa mítica escena estaba coreografiada pero McQeen improvisó y se dejó llevar, incluyendo un salto que dejó a Faye Dunaway con los ojos saltones, en palabras del propio Moqueen, aunque habría que saber lo que opinaba la actriz tras la escena. Después de la filmación, el buggy fue adquirido por el concesionario de Lincoln-Mercury de Hawai, Jimmy Pflueger que cambió el potente motor Corvair por un bloque Volkswagen. El buggy naranja pasó varios años en Homolulu antes de pasar a manos de otro propietario en Kauai, también en Hawai.

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Bonhams//Car and Driver

Tras muchos años desaparecido y sin tener constancia de su estado, el buggy Crown volvió a aparecer en un estado bastante lamentable y su nuevo propietario, tras comprobar su autenticidad y la historia del modelo, lo restauró hasta el más mínimo detalle tal y como se utilizó para el rodaje de la película. Salió a subasta en 2020 en la puja anual de Bonhams en Amelia Island y fue adjudicado por casi medio millón de dólares, con lo que ha pasado a la historia también como el buggy más caro del que hasta ahora se tiene conocimiento.

La última aparición pública del mítico buggy ha sido durante la celebración del I.C.E. St. Mortiz, el concurso de elegancia que se celebra en el lago helado de la mítica estación de esquí suiza. En ese terreno tan diferente de aquel para el que fue creado, el “buggy Crown” volvió a hacer gala de su atractivo y del aura de estrella que el cine y su ilustre conductor le dieron hace ya más de medio siglo.