Sus cualidades innatas habrían sido armas suficientes para ser campeón en cualquier tiempo, pero al nacido en la provincia argentina de Santa Fe también le acompañó una incalculable dosis de mala fortuna que lo atacó en los momentos más cruciales de su carrera.

En 1982, la Fórmula 1 había comenzado en Sudáfrica, con brillante victoria de Alain Prost en un Renault Turbo, seguido en desigual lucha por Carlos Reutemann en un Williams-Cosworth. Era la undécima campaña que de manera consecutiva el popular Lole arrancaba como protagonista, como lo hizo el día de su debut en la F1 en el GP de Argentina de 1972, cuando no tuvo mejor idea que salir desde la pole position. Nada hacía presagiar que para Reutemann, próximo entonces a cumplir los 40 años de edad, la cita de Kyalami fuera su penúltima presentación. La ronda siguiente se disputaba en Río de Janeiro, Brasil, una carrera que tuvo de todo, desde un calor agobiante con dos ganadores hasta accidentes y toques en la lucha por la victoria. Uno de los que se vio forzado a abandonar fue precisamente Reutemann, después de engancharse con el Renault de René Arnoux. En Jacarepagua también estaba presente el colombiano Roberto José Guerrero –que no logró clasificarse– junto al chileno Eliseo Salazar y los brasileños Raoul Boesel, Chico Serra y Nelson Piquet, quienes completaban la patrulla latinoamericana.

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Carlos Reutemann y Bernie Ecclestone (jefe de Brabham). GP de Argentina 1972

Sin embargo, a pocas horas de culminar el evento, el contingente perdía a su figura de mayor experiencia, una vez que Carlos Reutemann anunciara su decisión de retirarse del automovilismo deportivo, algo que, para aquellos que lo conocían bien, era consecuencia directa de la enorme desilusión que significó para él perder el título mundial de pilotos en Las Vegas apenas unos meses atrás, y no fue precisamente en una ruleta de algún casino. Y es que hasta en esa drástica determinación el santafesino tuvo la suerte de espaldas, porque al final de la contienda, precisamente su compañero Keke Rosberg se hizo con el campeonato tras conseguir una victoria en Dijon, sacando provecho a la trágica temporada que enlutó a Ferrari y a los fallos mecánicos de Renault y McLaren.

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Pasada la mitad de la campaña 1981, resultaba casi imposible que Reutemann dejase escapar la corona de Fórmula 1 al contar con 17 puntos de ventaja frente a sus perseguidores. Eran los tiempos de los turbo contra los aspirados, de Ferrari, Renault y Alfa Romeo contra los ingleses motorizados por el venerable Ford Cosworth V8 encabezados por Williams, Lotus y Brabham, además de la francesa Ligier que llevaba el Matra V12.

Quien suscribe, por entonces era consecuente lector de la revista argentina Corsa, de las crónicas de Germán Sopeña y admirador de las fotos de Antonio Capria, carreras que en Venezuela se seguían por la radio y en cuatro breves boletines a lo largo de la mañana además de unos segundos de imágenes en los noticieros de la noche, que dejaban, como era de suponer, el tema abierto a la imaginación. Y Carlos Reutemann, por la simple razón de ser un latinoamericano exitoso, despertaba nuestras simpatías, algo que por algún extraño motivo y en un tema abierto a la discusión en el que saldrían a relucir nacionalismos, asuntos sociales, políticos, culturales y hasta religiosos, no pareciera acontecer en el presente entre los fanáticos continentales de la última generación, interesante capítulo que prometemos tocar en una próxima entrega.

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Carlos Reutemann en el Brabham BT44B en 1975

De vuelta a la temporada 1981, la debacle para el volante argentino comenzó con el regreso del equipo Williams a los neumáticos Goodyear, después de emplear las gomas Michelin en las primeras carreras del año con resultados por demás satisfactorios. Otro punto clave ocurrió en Brasil, donde bajo un torrencial aguacero se produjo el famoso incidente de los carteles, en el que Frank Williams y Patrick Head obligaban a Reutemann a ceder la victoria a su compañero y campeón del mundo, el australiano Alan Jones, un tipo rudo pero inmensamente rápido, quien cargó con todo el desarrollo del equipo desde 1978. El Lole no hizo caso y ganó en Jacarepagua pero, a partir de entonces, las relaciones dentro de la escudería se enfriaron y, a pesar de la magnífica cosecha en la primera parte de la temporada, para Reutemann las últimas seis citas resultarían un verdadero calvario. Varios abandonos, incluido el golpe con Jacques Laffite en Zandvoort o el pésimo funcionamiento de las gomas Goodyear en la lluvia de Montreal, desembocó en la definición en el estacionamiento del Caesar’s Palace de Las Vegas (¡allí construyeron un circuito!), donde después de marcar la pole position, inusuales fallos en la caja de cambios del Williams FW07C entregaron en bandeja el título al brasileño Nelson Piquet en un Brabham, que con un agónico quinto lugar le quitó el galardón por apenas un punto.

Fue la última ocasión que tuvo Carlos Reutemann de luchar por la corona y de quitarse el peso de continuar la saga del inimitable Juan Manuel Fangio, porque siendo argentino como él, la sombra del 'quíntuple' hacía más difícil la faena, sobre todo entre la insaciable afición rioplatense. Y es que, a veces, la historia es tan injusta que el hecho de no inscribir su nombre en el palmarés de los campeones le condenó como a otros tantos fenómenos que tampoco se hicieron con el máximo trofeo.

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Reutemann con el Ferrari 312T3 en el GP de Gran Bretaña 1978

Reutemann, famoso también por su manera de pensar y decir las cosas, y etiquetado por Il Commendatore Enzo Ferrari como un hombre "tormentoso y atormentado", se impuso en 12 Grandes Premios y compartió la pista de igual a igual con figuras legendarias como Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi, Niki Lauda, Jacky Ickx, Ronnie Peterson, Carlos Pace, Jochen Rindt, Clay Regazzoni, Mario Andretti, François Cevert, Denny Hulme, Gilles Villeneuve y Jody Scheckter, entre otros.

El paso del tiempo sólo ha ratificado lo difícil que es para un latinoamericano llegar a los máximos niveles del automovilismo mundial y, para hacer más gráfica esta premisa, se puede advertir que desde la retirada de Reutemann en 1982 (y si exceptuamos por conveniencia a los brasileños en el contexto latino), hubo que aguardar hasta la llegada del colombiano Juan Pablo Montoya para volver a hablar castellano en lo más alto del podio de la Fórmula 1, una satisfacción que en más de medio siglo apenas nos han otorgado seis hispanoparlantes, a saber: Juan Manuel Fangio, Froilán González, Pedro Rodríguez, Carlos Reutemann, el propio Montoya y, por supuesto, Fernando Alonso. Veremos qué pueden hacer Sergio Pérez y Pastor Maldonado, éste último curiosamente situado en Williams.

Hoy, Reutemann se mantiene como protagonista en la que es sin duda una faceta mucho más difícil, la vida política (caso único entre los ex deportistas exitosos de cualquier parte del planeta). Lo es más aún en los tiempos que ha atravesado su país, y sólo nos remitiremos a indicar que Carlos Reutemann ha sido dos veces gobernador de su natal Santa Fe, cargo que ha ocupado durante casi una década, y tres veces senador Nacional, el cargo que ocupa hoy día y que previsiblemente ostentará, como mínimo, hasta 2015.

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Reutemann con el Williams FW07 en Las Vegas, 1981.

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