Como en cualquier convocatoria a la que asiste Fernando Alonso, los medios acudieron en bloque a la llamada del Banco Santander, que esta vez presentaba el balance económico y mediático de su patrocinio a la Scuderia Ferrari en el preludio de su tercera temporada juntos. Sin embargo, el encuentro tenía esta vez un ingrediente particular: después de la rueda de prensa, los responsables de comunicación y patrocinios del banco (estuviste fino, Pablo) nos habían preparado un concurso al más puro estilo '¿Quieres ser millonario?' con preguntas como 'quién fue el diseñador del Ferrari 126C de 1981' o 'cuáles fueron las ocupaciones de Stefano Domenicali antes de fichar por Ferrari'.

El juego se desarrolló mientras reponíamos fuerzas con una generosa ración de picadillo y huevo frito, pero el premio era el verdadero plato fuerte de la jornada: los diez mejores clasificados entre la cuarentena larga de participantes accederían a esa vuelta con Fernando Alonso a bordo de un flamante 458 Italia. A la postre, una pregunta nos separó de la victoria, pero el segundo puesto nos daba cómodo acceso al grupo de privilegiados que iban a vivir momentos de gloria.

Por supuesto, dejamos el picadillo en la mesa y, entre risas nerviosas y vaticinios con los compañeros, llegamos al box 23. Allí nos esperaba Alonso subido a una especie de pedestal, desde donde nos advirtió de que el Jarama era "un poco peligroso" para la Fórmula 1 y que por eso no corrían allí desde hace tres décadas. Pese a ello, se le dibujó una sonrisa al hablar de curvas míticas como la rampa Pegaso o la bajada de Bugatti que, increíble, íbamos a ver cómo trazaba el campeón en su versión más distendida ¡y desde el mismo habitáculo!

Los diez privilegiados recibimos al instante un casco con intercomunicador y el preceptivo sottocasco para, cabe intuir, no golpeáramos con la cabeza el montante delantero o la ventanilla en las frenadas más agresivas de Alonso, que lucía como toda protección una gorra con el logo del Santander y unas gafas de sol. Quien suscribe ha tenido la oportunidad de rodar en buen número de ocasiones en este trazado diseñado por John Hugenholtz (el mismo que trazó las líneas de Zandvoort o Suzuka) y en el Jarama hay frenadas fuertes como la de final de recta y curvas de media velocidad bacheadas como la antedicha Bugatti. Con un piloto de primera al volante es sencillo experimentar fuerzas tan acusadas que hagan imprescindible el casco a copilotos poco fornidos o simplemente poco habituados a esas inercias bruscas.

El coche también iba a poner su granito de arena para convertir la aventura en una verdadera montaña rusa. Con 578 caballos (nada menos que 100 por encima del mítico F40, por situarnos) el Ferrari 458 Italia es un superdeportivo en toda regla [leer prueba]. Es ágil y equilibrado de comportamiento por su delicioso esquema de suspensiones, pero además empuja como un poseso a cualquier régimen gracias al elástico V8 atmosférico de 4.5 litros que lleva instalado justo detrás de los asientos. En eso pensaba cuando Fernando salió con el primer compañero 'escopetado' y dando bandazos para asombro de la concurrencia. Tendría que calentar los Pirelli P-Zero Rosso...

IGNICIÓN... ¡DESPEGUE!

Vuelta tras vuelta, los frenos carbocerámicos de la bestia domada desprendían más calor a su paso por boxes y, justo cuando empezaban a humear, llegó mi turno. Desde luego ya había calentado. Cinturón de seguridad en ristre y saludo al Campeón: "Habías ganado tú, ¿no?", me dice nada más verme, pero rápidamente le aclaro la situación, no sea que le diera por acelerar un poco más todavía como 'premio'. Ni así me libré: pie a fondo y el vendaval del propulsor nos lleva a la primera curva antes de que pudiera pensar cualquier pregunta. Entra agresivo al viraje, pero sale muy fino. El 458 desliza sin la ayuda de la electrónica (oportunidamente desconectada) al abordar la rapidísima Nuvolari, pero Fernando lo soluciona todo con un par de correcciones. Frena fuerte en Le Mans, y llega el primer 'sketch' de la vuelta: se pasa adrede con el gas, los 200.000 euros que lleva entre manos se ponen de costado y en pleno contravolante decide saludar con la mano derecha al comisario que aguardaba detrás de las protecciones, mientras con la izquierda controla los desmanes del eje trasero. Se me escapa una carcajada... y Fernando apunta: "Lleva toda la mañana ahí, animando...". Detallazo.

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SEGUNDA, TERCERA, CUARTA... ¡Y LLEGA LA RAMPA PEGASO!

Suspiro al llegar a la cima entero, pero aún me armo de valor para echarle una 'chirigota' a Fernando. "Con que le 'des' en Bugatti, yo feliz". No hizo falta esperar tanto. Llega a la Hípica, frena tarde y el coche se descoloca en un par de ocasiones antes de acometer el vértice. Complicadísimo para un mortal, pero muy divertido para Fernando, que se marca otra cruzada de exhibición a la salida, antes de ganar velocidad y lanzarse a cumplir mi plegaria. ¡Qué bajada! Todo mi cuerpo se desplazaba con las inercias como un muñeco, todo lo contrario que el del piloto, regio y fino como una espiga. Sospeché que no habría cámara 'onboard' capaz de aguantar tanto bandazo y, por si acaso, busqué la ocasión para tomar unas imágenes con mi teléfono e inmortalizar lo que ya se había convertido en un momento memorable.

Monza y la delicada curva del túnel pasaron tan rápido que sólo pude esbozar una mueca entre el gozo y el susto. Tampoco tenía muchas alternativas, porque la emoción casi me supera en esos instantes que hubieran sido álgidos para cualquier amante de este deporte. Quién me iba a decir que mi insustancial trayectoria vital y la del automovilismo deportivo en España iban a cruzarse siquiera momentáneamente en este 2012, un año trascendental para Alonso y su legendario equipo. Por cierto, Fernando debió sospechar de mi entereza mental cuando pensé en voz alta y con cierta inconexión "un español... que gana". Han pasado 11 años desde su debut en F1 y más de un lustro desde su último campeonato, pero a veces aún cuesta creer que Fernando Alonso existe, que pilota para Ferrari y que incluso encuentra tiempo para dar satisfacciones como ésta a un puñado de periodistas.

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