En vivo el Toyota GT 86 impresiona bastante más que en las fotos. Con 4,24 metros de longitud y sólo 1,29 metros de altura, este 2+2 plazas es un auténtico deportivo. Su batalla de 2,57 metros y su motor atmosférico de 200 caballos, nos hicieron asemejarlo rápidamente al Toyota Celica, un modelo de potencia y dimensiones bastante similares. Sin embargo, el nuevo modelo se desmarca a las primeras de cambio con una decoración exterior mucho más 'gamberra': alerones, faldones, entradas de aire, difusor trasero y dos enormes tubos de escape, ubicados uno a cada lado nos hacen sospechar de sus 'malas intenciones'.

El motor bóxer de 2.0 litros emite un sonido contundente gracias a esa trabajada salida de escape y mientras nos acoplamos en el interior, apreciamos de reojo lo escasas que son las dos plazas traseras, sólo válidas para dejar objetos o ser usadas en caso de emergencia -me recordaron bastante a las del Honda CR-Z-.

Ya en el interior, comprendemos porqué Toyota ha abandonado la idea de ponerle el nombre Celica a este coche. Se nota bastante más radical que aquel modelo. “Ligereza y 'customización', estas eran las señas del Corolla Levin AE 86, que se vendió entre los años 1983 y 1987, un deportivo radical con tracción trasera, que creemos que es el verdadero antecesor de este coche, de ahí lo de GT86”, nos explican desde la marca a pocos instantes de comenzar la prueba.

Lo cierto es que con un peso de 1.180 kilogramos perfectamente distribuido entre los dos ejes: 53/47; con un autoblocante mecánico firmado por Torsen, esquema de suspensiones Mcpherson delante y multibrazo detrás, llantas de 17 pulgadas y un motor bóxer de origen Subaru que entrega 200 caballos a 7.000 rpm y un par máximo de 205 Nm a 6.600 vueltas, el GT 86 promete dar bastante juego en la pista.

SEMÁFORO EN VERDE

Lo primero que nos llama la atención en el interior del GT 86, además de la particular decoración de nuestra unidad, que no habíamos visto hasta ese momento, es lo descaradamente deportiva que es la postura de conducción.

Con las piernas bastante estiradas, mantenemos el volante cerca de nosotros y los asientos nos recogen el cuerpo a la perfección.

Los primeros giros se suceden y a medida que los frenos y los neumáticos cogen la temperatura correcta vamos apurando más las posibilidades del chasis. De pronto, un certero latigazo del tren posterior me obliga a contravolantear rápidamente, a la vez que fuerza una enorme sonrisa en mi rostro, ¡qué carácter!. “Sí, sí, llevo toda la mañana siguiendo este coche en la pista e iba siempre de lado, me confirma mi compañero Christian Colmenero, habitual fotógrafo de la casa”. En ese momento, me percato de que el coche lleva el control de estabilidad totalmente desconectado -ofrece un modo de conducción Sport que lo mantiene alerta pero es menos intrusivo-.

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Animado por la dulzura del primer derrape, continuamos rodando en esta configuración, incrementando el ritmo de la marcha.

La diversión continúa 'in crescendo' cuando nos decidimos a estirar al máximo cada una de las marchas. Afortunadamente, nuestra unidad equipa la caja manual de seis marchas en lugar de la automática por convertidor de par e idéntico número de relaciones que también puede llevar el GT 86 y que tiene un carácter más burgués. Con el cambio manual, tan sólo echamos de menos unos recorridos algo más cortos de la palanca, que aún así ofrece un buen tacto general.

Con el motor girando entre las 4.500 y las 7.000 vueltas, el sonido que se filtra al interior es magnífico y la respuesta mecánica brillante.

El tacto de dirección es exquisito y nos permite apuntar a la trayectoria de las curvas con una precisión digna de un superdeportivo. Después, una vez dentro de la misma, basta con dar gas para experimentar un derrapaje continuo y perfectamente controlable que nos empuja a contravolantear y jugar con el gas para 'meter' el coche por el sitio con gran precisión.

A medida que pasan las vueltas, nuestro 'feeling' con el coche mejora todavía más y descubrimos que tiene un paso por curva verdaderamente rápido. Saliendo fuertes del último giro llegamos a final de recta a unos 186 km/h y los frenos demuestran una potencia más que suficiente para detener un GT 86 totalmente lanzado, antes de que lo 'tiremos' literalemente, a la curva siguiente. Las vueltas se suceden y nuestro agrado con el coche no puede ser mayor. Con el control de estabilidad conectado, se percibe bastante más descafeinado pero no hay duda de que hablamos de un coche diseñado para ir todo el tiempo 'de lado'.

El GT 86 estará a la venta en toda Europa a partir de este verano con un precio que rondará los 30.000 euros, ideal para rivalizar con modelos asiáticos como el Nissan 370Z o el Hyundai Geneis Coupé, o bien con otros europeos como el Peugeot RCZ o el BMW Serie 1 Coupé.

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